viernes, 13 de abril de 2018

Erving Goffman: Internados

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    Más que sobre internados, este ensayo versa sobre el concepto de institución total. Goffman define la institución total como «un lugar de residencia y trabajo, donde un gran número de individuos en igual si­tuación, aislados de la sociedad por un período apreciable de tiempo, comparten en su encierro una rutina diaria, administrada formalmente». Así, hospitales, cárceles, colegios de internos, cuarteles militares, campos de concentración y de trabajo, barcos o naves espaciales, etc... entrarían dentro del concepto institución total. 

   A partir de la definición que da Goffman, extraemos las características que tiene que tener una institución social:

     Se marca una frontera entre ellos y la parte de fuera. Hay una barrera, normalmente física, que aísla a las personas dentro de ella. El contacto con el mundo exterior se limita al mínimo. 

    Los roles que los individuos han desempeñado en el mundo exterior no tienen continuidad dentro de la institución social. Las personas, una vez se internan dentro de la institución, pierden esos roles y adquieren unos nuevos. 
Para marcar este corte, una de las primeras cosas que se hace dentro de la institución es mortificar. Se humilla, se somete a vejaciones y privaciones a los individuos, su ropa anterior es sustituida por una uniforme, se les prohíben sus viejas costumbres, y hasta en ocasiones se les priva de su nombre, con la intención de que interioricen esa pérdida de los viejos roles y la adquisición de los nuevos. Los individuos pierden de este modo su antigua identidad.

     Las actividades dentro de las instituciones totales son rutinarias. Se repiten una y otra vez las mismas actividades, muchas veces carentes de sentido o sin resultado productivo alguno. Los monjes rezan y trabajan siempre a las mismas horas un día tras otro; los soldados limpian, hacen maniobras, etc...; en los internados hay un horario muy pautado de estudio y tiempo de ocio, horas de acostarse y levantarse, etc... 

     El individuo no es el que decide qué rutinas llevar a cabo y cómo hacerlo, sino que no dependen de él. Le son impuestas desde una autoridad normalmente despersonalizada en forma de burocrática/administrativa. El internado puede estar en manos de un superior -un médico, un profesor, un cargo superior del ejército-, pero estos no son más que el instrumento ejecutor de otra autoridad que sitúa por encima de ellos y a la que no se le puede poner cara, es decir, individualizar. 

    A partir de estas rutinas y disposiciones tomadas por la institución, el individuo internado adopta una nueva identidad. Se da una progresiva «disminución del yo civil» que procesualmente queda asimilado a, y sustituido por el «yo institucional». Las reglas y rutinas pasan a convertirse en estructuras formalmente constitutivas de la personalidad del asilado. 

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