Los primeros estudios antropológicos apenas prestaban atención a la
dimensión social del humor. James Frazer o Edward Westmarck, en sus
escasas aproximaciones al humor, lo estudiaron básicamente con un
enfoque de anticuario, y la Guía británica para el trabajo de
campo en la Antropología Social ni tan siquiera hace una sola
referencia al humor, la risa o el chiste1.
Radcliffe-Brown, desde su antropología funcionalista, vio en el
humor una forma de continuidad social. Los chistes, según
Radcliffe-Brown, son uno de los instrumentos que poseen las
sociedades para reajustar la estructura social sin provocar grandes
angustias en los individuos. Las relaciones sociales y las posiciones
que desempeña cada individuo pueden generar fricciones. Las
relaciones jocosas entre los individuos ayudan a superar estas
fricciones y a que la estructura social permanezca estable2.
En esta línea de la continuidad social, autores como Coates3,
Jáuregui4,
Berger5,
Zijderveld6
o Le Goff7
retoman la idea de la risa como castigo social, y consideran que el
humor formaría parte de aquellos mecanismos que contribuyen a
conformar el conocimiento que los miembros de una sociedad precisan
compartir y que, por tanto, está al servicio del control social y
sirve para reforzar las identidades colectivas, marcando las
fronteras sociales y reforzando los lazos interpersonales. Otros,
como Sharon Lockyer y Michael Pickering, creen que el humor, además
de dar cuenta de las relaciones sociales existentes, sirve para
reafirmar relaciones sociales desiguales, marcos normativos
autoritarios y estereotipos raciales, sexuales y de género8.
Por su parte, Mary Douglas combina los planteamientos de Bergson y
Freud y señala cómo la naturaleza del humor es el desafío al poder
y al control social. De acuerdo con la antropóloga italiana, por
medio del humor y del chiste, algo formal, organizado y controlado es
atacado por algo informal, vital y enérgico. El humor relaciona dos
elementos dispares y juega con las percepciones para que una pauta
asentada socialmente sea cuestionada por otra que de alguna manera
estaba oculta. Así, el humor es la sublimación de las tensiones y
conflictos que se generan en la vida social9.
Mijail Bajtin, como Mary Douglas, ve en la risa y en el carnaval una
función subversiva con respecto al orden social dominante y, al
mismo tiempo, una función de control y orden social. Bajtin
distingue entre risa culta y risa popular. La primera, como pensaban
Coates, Jáuregui , Berger o Le Goff, se encarga de promover y
consolidar un sistema de ideas en el interior de una estructura de
poder y control. Por el contrario, la risa popular saca a la luz los
resortes instintivos y emocionales que están detrás de las acciones
de los hombres comunes. La sociedad impone a sus miembros una serie
de dogmas y creencias frente a los que el hombre común reacciona,
utilizando la risa como un medio a través del cual disfrazar su
inconformismo y expresar su visión rebelde del mundo10.
Christie Davies, en 1990, lanza la idea de un humor ligado a la
etnicidad y el grupo étnico. Según esta autora, el humor se utiliza
para atribuir, de una manera excesiva o absurda, deficiencias humanas
a otros grupos étnicos. Davies se centra en el contenido de los
chistes y elabora la noción de “guión étnico”. Por guión
étnico entiende las ficciones convencionales por las que se
caracteriza a los grupos étnicos y sobre las cuales se construyen
los chistes. Un determinado grupo étnico utiliza el guión étnico
de otro para construir chistes con los que atacarlo y denigrarlo. El
humor está ligado a las representaciones colectivas de la sociedad y
se usa como forma de agresión hacia otros grupos11.
Finalmente, para ciertos antropólogos, el humor es una compensación
psicológica respecto de otros sentimientos, como por ejemplo la risa
y el carnaval frente al miedo a la condenación eterna en la Edad
media europea12.
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1
Cfr. H. Driessen, “Humor, risa y trabajo de campo: apuntes desde
la antropología”, cit., p. 230.
2
Cfr. A. R. Radcliffe-Brown, “On joking relationships”, en
Africa. Journal of the International African Institute 13 (3),
1940, pp. 195-210; “A further note on joking relationships”, en
Africa.
Journal of the International African Institute 19 (2),
1949, pp. 133-140.
3
Cfr. J. Coates, “Talk in a play frame: More on laughter and
intimacy”, Journal
of Pragmatics 39 (1),
2007, pp. 29-49.
4
Cfr. E. Jáuregui, “Universalidad y variabilidad cultural de la
risa y el humor”, AIBR.
Revista de Antropología Iberoamericana 3 (1),
2008, pp. 46-63.
5
Cfr. P. Berger, Risa
redentora. La dimensión cómica de la experiencia humana,
Kairós, Barcelona, 1999.
6
Cfr. A. Zijderveld, “Trend report: The sociology of humour and
laughter”, Current
Sociology 31 (3),
1983, pp. 1-100.
7
Cfr. J. Le Goff, “La risa en la Edad Media”, en J. Bremmer y H.
Roodenburg (coord.), Una
historia cultural del humor,
cit., pp. 41-54.
8
Cfr. S. Lockyer y M. Pickering, “You must be joking: the
sociological critique of humor and comic media”, Sociology
Compass 2/3,
2008, pp. 808-820.
9
Cfr. M. Douglas, “Jokes”, en Ch. Mukerji y M. Schudson (eds.)
Rethinking
Popular Culture. Contemporary Perspectives in Cultural Studies,
University of California University Press, Berkeley, 1991, pp.
291-310.
10
Cfr. M. Bajtin, La
cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. El contexto de
François Rabelais,
Madrid, Alianza, 2003.
12
Cfr. A. Gurevich, “Bakhtin y el carnaval medieval”, en J.
Bremmer y H. Roodenburg (coord.), Una
historia cultural del humor,
cit., pp. 54-61.
Excelente entrada, Curro.
ResponderEliminarLa risa es fundamental, sobre todo cuando hay tensiones que nos ponen en aprietos.
Lo bueno de reir va más allá de toda comprensión. Nos permite seguir adelante.
Un abrazo
Muy buen trabajo.
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