En mi
anterior post sobre la verdad de los libros de texto en la escuela explicaba de forma más o menos sucinta la
chapuza monumental de la Xunta de Galicia en la gestión de los
libros de texto escolares, su abandono de las familias y el modo
vergonzoso en que intentó aprovecharse del trabajo de las ANPAS que,
al buscarse la vida por su cuenta, habían creado un sistema más o
menos útil de gestión.
Ahora quiero
comentar el escandaloso negocio de las editoriales, y cómo la Xunta
impone de modo indirecto la obligación de comprar los libros, lo que
es una suerte de impuesto revolucionario que va directamente a las
arcas de las editoriales y las librerías.
Como todos
sabéis, el libro de texto es un instrumento pedagógico. Pero hay
muchas formas de gestionarlo. Por ejemplo, en EEUU, cada centro
dispone de un número suficiente de libros como para atender a las
necesidades de todo el alumnado del centro. Estos libros se prestan
anualmente a los niños que, a final de curso, tienen que
devolverlos. Las familias americanas lo único que tienen que comprar
son unos cuadernillos de respuestas que son muy baratos. A mí este
sistema me parece muy bien y no me importaría nada que se implantase
en Galicia. Pero no. La Xunta tiene que favorecer el negocio privado
de las editoriales.
En primer
lugar, obliga a los departamentos -lengua castellana, lingua galega,
sociales, música, etc...- a cambiar el libro cada X años. Antes
era cada cuatro, ahora es cada seis. De este modo, impiden que las
familias, las ANPAS y los centros creen bancos de libros y la gente
pueda ahorrarse el dinero. Por si no lo sabéis, cada libro cuesta
treinta y tantos euros. A unas doce asignaturas por año y un par de
hijos de media en edad escolar, vosotros podéis hacer el cálculo de
cuánto le cuesta a una familia el comienzo del curso. La Xunta no da
ninguna razón para este cambio de libros porque, para empezar, los
contenidos, si no cambia la ley, no cambian. Que yo sepa, El
Quijote lo escribió Cervantes y Colón llegó a América en 1492
y, por mucho que nos obliguen a un libro nuevo cada X años, eso no
va a cambiar.
Cambiar de
libro no tendría ninguna consecuencia si las editoriales los
mantuviesen tal y como están a lo largo del tiempo. Pongamos, por
ejemplo, que mi departamento escoge el libro de SM. Pasan X años,
nos reunimos y decidimos que seguimos con él. No habría problema
para que los bancos de libros y las familias se prestasen los libros,
porque el contenido seguiría siendo el mismo, independientemente del
año de publicación y el ISBN. Conscientes de esto, las editoriales
cambian una y otra vez sus libros. Pero que nadie se confunda. No son
cambios sustanciales para mejorarlos, sino que se limitan a cambiar
las fotos, el orden de los temas y el orden de las preguntas, de modo
que, en caso de que varios alumnos tengan libros diferentes, la
dinámica del aula es un caos. Se pierde mucho tiempo y nadie se
aclara. Y así las editoriales se aseguran de que todos renovemos los
libros y ellos sigan haciendo negocio.
Pero esto no
les basta.
Los libros
se renuevan cada cuatro o seis años. Esto da cierto margen las ANPAS
y a los centros para organizar bancos de libros durante este tiempo.
No es mucho, pero algo es algo. Para evitar esto, las editoriales han
diseñado la estrategia del libro digital. Ahora estamos viviendo la
era de la comunicación y todo lo que suene digital resulta
maravilloso. Además, la UE presiona a los gobiernos para que
introduzcan las nuevas tecnologías en la escuela y el libro digital
es una excusa perfecta para ello, aunque sea exactamente igual que el
libro en papel, pero en una pantalla de ordenador. Las editoriales se
aprovechan de esta nueva moda y, con el libro, incluyen una licencia
para usar su libro digital. Pero, por supuesto, esta licencia no dura
cuatro años. Es válida sólo durante un año y tiene que comprarla
cada niño de modo individual. Es decir, que si a vuestro hijo le
prestan el libro, tendréis que pagar aparte la licencia porque dicha
licencia no puede pasarse de uno a otro -la licencia del libro de
Lengua Castellana de SM, que es con el que trabaja mi departamento,
cuesta veintiún euros-. Los beneficiarios de los bancos de libros
son, en su mayor parte, las clases sociales más desfavorecidas, a
las que las editoriales obligan a pagar veintitantos euros por una
licencia de un año. Y eso multiplicado por diez o doce, dependiendo
del número de asignaturas que tengan por año. Todo ello auspiciado
por la Xunta.
Ayer, una
madre de mi centro que tiene un negocio relacionado con esto, nos
acusó a los de los bancos de libros de estar acabando con muchos
puestos de trabajo. Puede ser. No niego que las editoriales y, sobre
todo, las librerías lo están pasando mal. Pero lo que no está bien
es que, para mantener esos negocios, la Xunta obligue casi por
decreto a cada familia a gastarse en torno a cuatrocientos euros por
hijo.
Y así
termino, no sin antes plantear la reflexión de que el sistema
estadounidense es barato y funciona bien. No mantiene el negocio de
las ediotoriales, pero beneficia a las familias. Si a la Xunta le
preocupa que esos amigos que tienen en las ediotoriales no hagan tan
buen negocio, directamente podían obligar a los padres a que les
pagasen doscientos euros a cambio de nada. Nosotros seguiríamos con
los libros de siempre, las familias gastarían doscientos euros en
lugar de los cuatrocientos que le cuestan los libros ahora y
ahorraríamos papel, que seguro que el Planeta nos lo agradecería.
Y que no me
vengan las editoriales con ese rollo de los derechos de autor y todo
eso, porque sé de primera mano la mierda que les pagan a los que
hacen esos libros.
Por todo
ello yo he decidido hace un par de años que paso de libros de texto.
Les doy mis propios apuntes y diseño mis propios ejercicios. Les
regalo a todas las familias mis derechos de autor y estoy muy
contento haciéndolo, no porque sea un tipo muy generoso y molón -no
lo soy en absoluto-, sino porque me indigna todo este tema. Lo hago
más por rencor contra la Administración y las editoriales que por
afecto hacia los padres.