Hoy por la mañana escuché en la radio a Alberto Núñez Feijoo, presidente de la Xunta de Galicia y del Partido Popular gallego, decir que "la reforma de la elección de alcaldes no toca". Resulta bastante curioso escuchar en boca de este señor una afirmación así, cuando hace apenas seis meses era uno de los paladines de esta reforma.
Por si alguien ya no se acuerda, hace seis meses el Partido Popular lanzó un globo sonda para ver cómo reaccionaría la ciudadanía a un cambio en el sistema de elección de alcaldes. Esta reforma consistía en que sólo podría gobernar la lista más votada, hurtándole al resto de los partidos la posibilidad de pactar para formar gobierno. En su momento ya comenté que me parecía, entre otras cosas, un movimiento muy poco democrático para asegurarse el gobierno de muchos municipios (aquí). El desgaste del PP en el gobierno se reflejaba en las encuestas de intención de voto. El PP seguía siendo la fuerza más votada, pero ya no obtenía mayoría absoluta. Esto les suponía un problema, porque abría la posibilidad de que varios partidos pactasen para moverlos de la Casa Consistorial.
Si ya no era evidente en su momento, las declaraciones de Feijoo son la prueba definitiva de que no era una reforma para mejorar la calidad democrática de nuestro sistema -como trataron de vendérnoslo-, sino una estratagema para perpetuarse en el poder. Ahora que la mayoría de las encuestas condenan al Partido Popular a la segunda, o incluso tercera, fuerza política en intención de voto, la reforma de la ley de elección de alcaldes ya no toca.
Parece que el miedo a Podemos les ha hecho reflexionar. Hay que dejar abierta la puerta abierta a pactar con quien sea con tal de tocar poder.
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