China Mieville es uno de los autores de moda de la fantasía y la ciencia ficción. Se supone que les da a sus novelas un plus filosófico, que es lo que debe hacer la ciencia ficción, y no limitarse a aventurillas distópicas que no van a ningún lado estilo El corredor del laberinto o Los juegos del hambre. La ciencia ficción, tal y como la entiendo, es un género que sirve para reflexionar acerca de nuestro mundo actual a partir de nuevos universos ficticios creados sobre la base del nuestro, pero exagerando determinados aspectos. Se llevan estos aspectos hasta el extremo para pensar sobre ellos o para lanzar hipótesis acerca de qué sucedería si seguimos por el camino que vamos ahora. No se puede negar que China Mieville trata de hacer esto. Pero tengo algunos peros.
La ciudad embajada ganó el premio Locus 2012 a la mejor novela de ciencia ficción. En esta novela se plantea un universo con miles de planetas colonizados, cada uno con sus propias especies y sus propias culturas. La acción transcurre en La ciudad embajada, un planeta en el confín de este universo. Allí los seres humanos conviven con los ariekei, unos alienígenas muy particulares, sobre todo por su lenguaje, que tiene una doble voz que no les permite el pensamiento abstracto y, por tanto, no conciben la mentira. Comunicarse con ellos es un tanto complicado, por lo que los seres humanos han creado a los embajadores, parejas de clones que tienen una sola conciencia, pero dos voces. A la Ciudad Embajada llega un nuevo Embajador que confunde a todo el mundo con su nuevo discurso. Y hasta aquí puedo contar, si no queréis que os estropee la novela.
Como dije antes, China Mieville no se limita a contar aventuritas intrascendentes. Su novela es una reflexión bastante seria sobre la comunicación, la abstracción y la metáfora. Sin embargo, creo que le falta fuerza narrativa. Como reflexión acerca del paso de un lenguaje que sólo sirve para designar lo concreto a un lenguaje que conceptualiza no tengo nada que objetar. Es un reflexión metalingüística bastante interesante. Pero lo cierto es que todo esto queda en nada porque la historia no acaba de enganchar. Le falta fuerza. Por momentos es bastante aburrida y a veces el lector se pierde con tanto salto temporal y tanta reflexión sesuda. Yo soy lingüísta y aún así hay cosas que no entendí. Y no creo que sea porque sean demasiado complicadas, sino porque yo cogí La ciudad embajada para leer una novela, es decir, para que me contasen una historia. No quería un ensayo de lingüística. Por eso había momentos en que desconectaba y, en consecuencia, hay cosas que no entendí bien. Hace muchos años tuve un profesor de creación literaria que me decía que, si quieres contar algo, que lo cuentes, que no busques excusas, ni te escondas el mensaje de tu novela/relato detrás de una trama. Este es el principal problema de la novela de Mieville. La trama es una excusa para colocarnos su rollo metalingüístico, lo que hace que rechine por todas partes. Y eso que hay que reconocer que tiene una imaginación pasmosa. Las granjas, los ariekei, los viajes, las relaciones humanas, los clones... todo está muy bien pensado y hubiese tenido un resultado mucho mejor si se hubiese rebajado la cantidad de reflexión metalingüística. Dije al principio que una novela de ciencia ficción debe hacernos pensar sobre nuestro propio mundo. Debe tener un mensaje. Pero una cosa es tener un mensaje y otra cosa es perderse en el mensaje y olvidar la acción.
En conclusión: es una novela aburrida porque se pasa de frenada. La literatura debe tener un significado profundo. Entiendo que queramos superar la fase en que la ciencia ficción era un subgénero pulp. Pero no hay que pasarse intelectualizando las obras, porque acaban siendo un rollo.
P.D. Llegué a La Ciudad Embajada porque China Mieville es un personaje interesantísimo -desde luego mucho más que su novela-. Es el líder del partido comunista inglés actual y se convirtió al marxismo en la universidad porque le repugnaba el relativismo de moda en aquella época.
Al leer su reseña, se me ocurre una pregunta. ¿No cree usted que esta novela, más que intelectualizar la Ciencia-Ficción, va un paso más allá y la politiza en cierto modo?
ResponderEliminaralgo de componente político hay. de eso no hay duda. lo que a mí me rechinaba y me aburría era tanto rollo metalingüístico, teoría de la metáfora y plantear la propiedad del lenguaje de desplazamiento como primer paso hacia la capacidad de mentir.
EliminarMe ha encantado la novela. Inteligente, dinámica, y con su punto sesudo. Quizás me haya inclinado siempre más por la Ciencia Ficción Hard, de ahí que me agrade que el autor no se quede en una Space Opera. Que haberlas, también las hay magníficas.
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