El problema de la demarcación busca establecer un criterio para distinguir entre ciencia y otros ámbitos del pensamiento humano como la metafísica, religión o pseudociencia. Este debate aborda preguntas como por qué se considera científica la teoría de la evolución de Darwin y no el creacionismo, o por qué la astronomía es una ciencia y la astrología una pseudociencia.
Imre Lakatos analiza este problema dividiendo las posturas en tres grupos principales:
a) Demarcacionismo: Propone criterios objetivos para distinguir entre teorías científicas y no científicas, confiando en el progreso lineal de la ciencia. Ejemplos de esta postura son el verificacionismo de Wittgenstein y el falsacionismo de Popper.
b) Elitismo autoritarista: Afirma que la distinción depende de decisiones de científicos influyentes o comités, no de criterios científicos estrictos. Lakatos incluye aquí la perspectiva de Kuhn, quien defiende que los paradigmas dominantes en una época científica influyen en la aceptación de teorías, destacando factores psicológicos, culturales y sociológicos.
c) Anarquismo epistemológico: Representado por posturas como el relativismo y el escepticismo, rechaza la posibilidad de un criterio universal para demarcar la ciencia, considerando que todas las teorías son igualmente válidas en términos epistemológicos. Feyerabend es un ejemplo notable.
Lakatos critica estas posturas en busca de una solución más robusta y desarrolla su propia perspectiva dentro del marco del demarcacionismo.
Críticas de Lakatos:
A) El inductivismo es una tradición filosófica que busca demostrar el conocimiento científico a partir de la observación empírica. Se ha desarrollado en tres variantes principales: inductivismo clásico, probabilismo y verificacionismo, todas fundamentadas en el justificacionismo, que distingue a la ciencia por su búsqueda de pruebas fiables.
El inductivismo clásico sostiene que una teoría es científica si los hechos la confirman. Este enfoque parte de observaciones particulares para generalizar leyes universales, como la ley de la gravitación de Newton. Sin embargo, enfrenta críticas como las planteadas por David Hume, quien argumentó que no hay justificación lógica para pasar de hechos concretos a proposiciones generales. Además, el descubrimiento de excepciones, como los cisnes negros en el siglo XVII, demuestra la fragilidad de las generalizaciones inductivas.
El probabilismo y verificacionismo son versiones más flexibles del inductivismo clásico.
El probabilismo afirma que las teorías científicas no pueden ser demostradas, pero sí consideradas probables en función de la evidencia empírica. Sin embargo, según Lakatos, este enfoque es problemático porque, con pruebas limitadas en un universo infinito, la probabilidad de una teoría siempre será cercana a 0.
El verificacionismo, propuesto por Wittgenstein y Schlick, sostiene que solo tienen sentido las afirmaciones verificables experimentalmente. No obstante, verificar leyes universales resulta casi imposible debido al carácter infinito de los experimentos requeridos.
El problema de la inducción y la deducción en el demarcacionismo:
La inducción permite pasar de observaciones particulares a leyes generales, pero no garantiza que las conclusiones sean válidas en el futuro (ejemplo de Hume y el sol, o el pavo de Russell).
Por su parte, la deducción reserva la verdad si las premisas son correctas, pero no genera nuevo conocimiento. Se aplica en disciplinas como la matemática, pero depende de axiomas que pueden ser arbitrarios o basados en la experiencia.
Según Lakatos, ni la inducción ni la deducción son métodos completamente satisfactorios para la ciencia: la inducción carece de garantías lógicas, y la deducción no genera conocimiento nuevo. Este dilema ha llevado a los científicos a elegir entre ambos métodos, conscientes de sus limitaciones inherentes.
El convencionalismo sostiene que las teorías científicas no deben ser valoradas por su verdad o probabilidad, sino por su poder predictivo y capacidad para cumplir objetivos científicos. Las teorías se consideran convenciones ajustables mediante hipótesis ad hoc, permaneciendo útiles mientras cumplan criterios de sencillez, coherencia interna y eficacia predictiva. No buscan certeza, sino sistemas más simples y funcionales. Según Lakatos, aunque este enfoque permite proteger teorías de la refutación, dificulta eliminar teorías obsoletas. A diferencia del relativismo, el convencionalismo mantiene criterios claros de demarcación.
b) Críticas al falsacionismo:
Lakatos distingue entre falsacionismo dogmático y metodológico.
El falsacionismo dogmático, basado en la propuesta de que la evidencia empírica consolidada es el criterio para juzgar las teorías científicas, considera que las teorías son conjeturas que deben abandonarse al ser refutadas por hechos contrarios. Esta postura empirista no inductivista exige definir previamente los experimentos que podrían falsar una teoría y separa clara y nítidamente qué es un hecho empírico y qué una teoría. Lakatos, sin embargo, critica este enfoque por dos razones principales:
En primer lugar, Lakatos argumenta que no es posible separar los hechos de las teorías, ya que nuestras observaciones están siempre influenciadas por ideas previas y mediadas por instrumentos teóricos. Ejemplo de ello son las observaciones de Galileo mediante el telescopio, que dependían de conocimientos ópticos limitados y cargados de teoría.
En segundo lugar, las proposiciones observacionales no se derivan directamente de hechos puros, sino de construcciones lingüísticas. Por tanto, los hechos no pueden confirmar o refutar directamente una proposición científica.
Además, Lakatos señala que el falsacionismo dogmático no puede explicar el éxito de teorías como la de Newton, que se desarrollaron a pesar de importantes anomalías que falsarían la teoría, como la órbita irregular de Mercurio. Esto demuestra que las teorías no se abandonan de inmediato al enfrentarse a contradicciones empíricas.
Lakatos concluye que todas las teorías científicas son igualmente no demostrables, improbables y no falsables. Estas críticas lo llevan a explorar el falsacionismo metodológico, una versión más sofisticada del enfoque falsacionista.
Según el falsacionismo metodológico, los hechos no son objetivos ni irrefutables, sino proposiciones conjeturales aceptadas por convenciones en un contexto científico específico. Lakatos lo considera una forma de "convencionalismo revolucionario" que, a diferencia del falsacionismo dogmático, permite que una teoría falsada pueda ser recuperada. Este enfoque establece reglas racionales para aceptar o rechazar teorías, basándose en afirmaciones observacionales consolidadas y no en hechos puros.
Lakatos critica el falsacionismo metodológico ingenuo, representado por Popper, por no explicar adecuadamente el desarrollo histórico de la ciencia. Los científicos, según Lakatos, no abandonan teorías ante anomalías inmediatas, sino que introducen hipótesis auxiliares para salvarlas, como ocurrió con la teoría de Newton frente a dificultades como la órbita de Mercurio.
Lakatos también señala contradicciones en el criterio de Popper al tratar teorías como el marxismo y el psicoanálisis. Según Popper, estas no son científicas porque no son falsables, pero al mismo tiempo afirma que han sido refutadas. Lakatos concluye que el criterio de Popper no distingue de manera efectiva entre teorías científicas y no científicas, y que decidir qué anomalías son "serias" es una cuestión arbitraria o de autoridad, lo que socava la objetividad del criterio falsacionista.
La propuesta de Lakatos es el falsacionismo sofisticado.
El falsacionismo metodológico sofisticado de Lakatos busca explicar de manera más completa cómo avanza la ciencia. Rechaza la idea de que una teoría pueda ser descartada solo por observaciones o experimentos, como sostenía el falsacionismo ingenuo. Según Lakatos, una teoría es falsada solo si se propone otra que prediga hechos nuevos, explique el éxito previo de la teoría inicial y aporte contenido adicional que pueda corroborarse al menos parcialmente.
Más que de teorías aisladas, Lakatos prefiere hablar de programas de investigación. Un programa de investigación científica es una forma de describir cómo avanza el conocimiento científico a través de una serie de teorías interrelacionadas y cómo estas teorías se enfrentan al cambio y la crítica en el tiempo.
Los programas de investigación están compuestos por el núcleo y el cinturón protector.
El núcleo central (hard core) es el conjunto de ideas fundamentales e innegociables del programa, como las leyes o principios básicos. Por ejemplo, en la teoría de la gravedad de Newton, el núcleo incluye las leyes de movimiento y la gravitación universal. Alterar el núcleo supondría que todo el programa se desmorona.
El cinturón protector (protective belt) está formado por hipótesis auxiliares que protegen el núcleo. Estas hipótesis pueden ajustarse o reemplazarse si encuentran problemas.
Una teoría no se evalúa de forma aislada. Para juzgar su validez, se toma en cuenta no solo la teoría misma, sino también las hipótesis auxiliares (ideas complementarias que ayudan a explicar los datos) y las teorías anteriores a las que reemplaza. Esto le da a la evaluación un carácter histórico, porque depende de cómo una teoría surge y compite con otras a lo largo del tiempo.
Lo importante en una nueva teoría no es solo cuánta evidencia la respalda, sino si predijo con éxito hechos desconocidos previamente, lo que le da más fuerza probatoria.
Los programas de investigación tienen una reglas propias, a las que Lakatos llama heurística. Lakatos distingue entre heurística positiva y heurística negativa.
La heurística positiva son las reglas de que guían cómo expandir el programa de investigación. Por ejemplo, qué tipo de teorías explorar o qué experimentos realizar. Prohíbe someter a análisis el núcleo del programa, formado por postulados considerados irrefutables. Por ejemplo, en el programa de Newton, incluye el uso de cálculo diferencial y ciertos principios sobre la forma y comportamiento de los planetas.
Por su parte, la heurística negativa son las "zonas prohibidas", indicando lo que no debe cambiarse, como proteger el núcleo central de críticas directas. Orienta la modificación del cinturón protector, compuesto por hipótesis auxiliares, permitiendo su adaptación o reemplazo para abordar anomalías.
La heurística positiva proporciona flexibilidad, permitiendo predecir y asimilar refutaciones dentro del programa, mientras que la negativa protege el núcleo hasta que las circunstancias justifiquen su abandono, como cuando el programa deja de predecir hechos nuevos.
Un programa de investigación es progresivo si sus teorías generan nuevas predicciones que conducen a descubrimientos o explicaciones más profundas.
Por el contrario, si el programa no progresa y solo intenta tapar agujeros sin producir nada nuevo, es degenerativo, entra en decadencia ya que solo parchea problemas sin verdadera mejora.
Lakatos aplica la distinción entre programas de investigación progresivos y regresivos al marxismo y al psicoanálisis, señalando que ambos son programas con núcleo y cinturón protector. Sin embargo, los considera regresivos porque no predicen hechos nuevos ni los corroboran, limitándose a explicar retrospectivamente fenómenos previamente desconocidos. A diferencia de Popper, quien ve la refutación como definitiva, Lakatos permite que un programa regresivo pueda volverse progresivo en el futuro, evaluando su carácter solo en retrospectiva.
Si un programa progresa mientras otro degenera, los científicos se inclinan por el progresivo, ya que ofrece mejores resultados y herramientas para desarrollar nuevas ideas.
Este proceso no es emocional o propagandístico, como pensaba Kuhn, sino que está basado en criterios objetivos. Las revoluciones científicas no ocurren como cambios abruptos, sino cuando un programa progresivo supera a otro más débil, lo que contradice tanto las ideas de Popper como de Kuhn.
Lakatos introduce una distinción clara entre la historia interna y la externa de la ciencia. Parte de Kuhn.
Kuhn distingue entre dos enfoques en la historia de la ciencia: la historia interna y la externa. La historia interna se enfoca en la ciencia como conocimiento, analizando las ideas científicas y su relación con otras ideas filosóficas o religiosas. Es una historia puramente intelectual, centrada en teorías y experimentos. Por otro lado, la historia externa estudia a los científicos como grupo social, incluyendo aspectos como instituciones, educación, relaciones con la sociedad, economía y política. Para Kuhn, ambos enfoques son complementarios y, aunque la historia interna ha sido más exitosa, los factores externos también son cruciales en el desarrollo científico.
Lakatos retoma los conceptos de historia interna y externa de la ciencia, pero los redefine. Para él, la historia interna se refiere a los aspectos racionales y metodológicos de la ciencia. Es decir, cómo las teorías y avances científicos pueden explicarse siguiendo normas lógicas y metodológicas, mostrando una "reconstrucción racional" del progreso científico. Esta reconstrucción puede incluso idealizar lo que realmente ocurrió, destacando cómo la ciencia debería haber avanzado en términos de racionalidad.
Por otro lado, la historia externa trata de los factores que no son puramente racionales, como los aspectos políticos, sociales o culturales que influyen en la ciencia. Por ejemplo, ciertas teorías pueden desaparecer o ser desacreditadas no por razones científicas, sino por presiones políticas o sociales, como ocurrió con la genética mendeliana en la Unión Soviética o con ciertas investigaciones sobre economía en los años 60 en países anglosajones.
Lakatos sostiene que, aunque la historia interna selecciona los hechos que encajan en su visión metodológica, no puede ignorar los eventos que se desviaron de ese ideal racional. Por eso, propone que estos desajustes se mencionen como notas al pie de página, explicando cómo y por qué ciertos acontecimientos no siguen la lógica racional de la ciencia, pero son importantes para entender su desarrollo completo.
Según Lakatos, la mejor metodología para entender la ciencia es aquella que requiere menos explicación externa y deja más eventos como racionales. Él cree que su propia metodología de los programas de investigación científica es la que mejor se ajusta a la historia real de la ciencia, mostrando más aspectos como racionales, a diferencia de otras metodologías como el inductivismo, el convencionalismo, o el falsacionismo de Popper, que consideran irracionales ciertos fenómenos (como influencias metafísicas o la persistencia de teorías con anomalías).
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