Mi resumen:
- En las sociedades tradicionales uno estaba seguro de su propia identidad. teníamos identidades estables: la familia, los amigos, la tribu... Además el mundo circundante apenas cambiaba. Eso hoy en día ha cambiado. Las familias se desintegran, nada ni nadie es para siempre. A esto habría que sumarle que hemos perdido la fe en Dios. Eso le daba sentido a la existencia. Ya no creemos en Dios, así que tenemos que buscar un nuevo sentido, que no encontramos.
- El capitalismo ha creado una sociedad individualista, en la que se busca única y exclusivamente el bienestar personal. Las personas solo nos preocupamos por nosotros mismos y todo queda supeditado a nuestros intereses.
- Esta falta de sentido existencial y vital y el individualismo han creado una sociedad narcisista.
- Al no encontrar sentido ni identidad, las personas buscamos desesperadamente la admiración de los demás. padecemos de una necesidad de validación patológica. Buscamos solucionar nuestra inseguridad personal en la seguridad de los demás.
- Por eso estamos obsesionados con gustarle a lo demás. Esta obsesión se manifiesta de diferentes maneras: queremos ser los más guapos, las redes sociales, ser temidos por nuestros empleados, queremos ser famosos -en esto último hace una reflexión interesante: las popularización de los medios de comunicación y de todo tipo de cachivaches tecnológicos hace que nos identifiquemos con las personas famosas y que creamos que podemos ser como ellos.
- Pero todo esto, como el narcisismo, es una patología.
- En primer lugar, los complejo de narciso odian a las personas de las que demandan admiración. Esto a nivel social se concreta en que todos intentemos aprovecharnos unos de otros. Siempre estamos buscando obtener algo de los demás. El sexo es egoísta: buscamos qué placer puede darnos nuestro compañero sexual. Las relaciones personales se vuelven egoístas y despiadadas: no dudamos en manipular, chantajear, utilizar la culpa de los otros, el victimismo, etc... con tal de alcanzar nuestros objetivos.
- En segundo lugar consumimos buscando llenar ese vacío interior. La publicidad nos hace desear cosas que no necesitamos para conseguir la admiración de personas a las que en el fondo despreciamos.
- Siguiendo a Baudrillard: con el primer capitalismo, el tener sustituyó al ser. Ya no se valoraba a las personas por lo que eran, sino por lo que tenían. Con el capitalismo de consumo, el tener fue sustituido a su vez por el parecer. Lo que importa es que los demás crean que somos ricos y famosos. Nuestra valía personal depende de la opinión de los demás.
- La política ya no se preocupa por hacer cosas que cambien la vida de los ciudadanos. Solo es propaganda. Lo importante es dar una buena imagen, no actuar de forma positiva sobre la vida pública.
- El deporte se ha convertido en un puro espectáculo. El ritual y la catarsis del deporte original ahora no es más que un espectáculo vacío con el que las grandes corporaciones ganan dinero.
- La vejez se convierte en un calvario porque los viejos no pueden aspirar a ser admirados por su trabajo -están jubilados- ni por su físico -la decadencia física propia de la edad.
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A continuación todas las notas que tomé del libro. Es un resumen muy largo.
La sociedad contemporánea está obsesionada con la idea de un inminente desastre y una sensación de que todo está llegando a su fin. Se enfoca en estrategias de supervivencia personal y búsqueda de bienestar psíquico. Hay una pérdida del sentido de la historicidad, y la preocupación por la posteridad ha disminuido. Las personas se centran más en vivir el momento y en sí mismas, sin preocuparse por el pasado o el futuro. Aunque algunos comparan estos sentimientos con movimientos milenaristas del pasado, las actitudes actuales se caracterizan por un narcisismo y una atención trascendental hacia uno mismo, en lugar de una esperanza de justicia social y continuidad con generaciones anteriores.
La perspectiva terapéutica está reemplazando a la política como el marco organizador de la cultura occidental. La burocracia convierte los problemas colectivos en asuntos personales que pueden ser tratados mediante intervención terapéutica. Algunos antiguos líderes políticos radicales se han unido a la corriente terapéutica, centrando su atención en el autoexamen y el crecimiento personal en lugar de la acción política. A mediados de los años sesenta, la Nueva Izquierda comenzó a abordar la conexión entre la crisis personal y la esfera política, explorando cómo la cultura y la política afectan la vida interior de las personas. Esta intersección entre la vida personal y la esfera política fue objeto de análisis en la literatura y la crítica cultural de la época, lo que cuestionó la separación entre alta cultura y cultura popular y mostró las conexiones entre ambas y la política.
El uso de la confesión en la literatura actual refleja un nuevo narcisismo en la cultura. Algunas obras confesionales buscan alcanzar un insight sobre las fuerzas históricas que han afectado el concepto de identidad. Sin embargo, muchos escritores confesionales parecen carecer de distanciamiento crítico y se centran en revelar sus vidas sin digerir la experiencia, buscando atraer la atención del lector con su fama y vida privada. Incluso los mejores escritores confesionales oscilan entre el autoanálisis genuino y el egocentrismo. El narcisismo superficial y la falta de distanciamiento pueden convertir la confesión en una anticonfesión, donde la vida interior se parodia a sí misma y la literatura pierde su seriedad. En lugar de buscar comprensión, los escritores buscan la indulgencia del lector al exponer revelaciones falsas para mantener el interés. El viaje interior ya no refleja el mundo exterior, sino que se convierte en un reflejo vacío y egocéntrico.
El vacío interior de la búsqueda de paz psicológica se refleja en las confesiones contemporáneas, que a menudo revelan la angustia y la lucha por encontrar una identidad significativa. Los medios de comunicación de masas, con su culto a la fama y la gloria, han llevado a muchas personas a identificarse con las estrellas y a menospreciar lo trivial de la existencia diaria. Los libros autobiográficos muestran cómo la búsqueda de fama y reconocimiento a menudo es un intento de llenar un vacío interior y sentirse importantes.
En este contexto, la política también puede perder su aspecto real y convertirse en una proyección de la ira y la frustración internas. Las drogas y las fantasías de destrucción a menudo no logran calmar el deseo interior de significado y autenticidad. Aunque se pueden experimentar momentos de felicidad a través de relaciones y amistades, el vacío interior persiste, y algunos recurren a figuras espirituales o gurús en busca de cura y liberación psicológica.
En general, las confesiones contemporáneas revelan una lucha constante entre el deseo de reconocimiento externo y la búsqueda de una identidad auténtica y significativa en el mundo interior.
La crítica progresista del privatismo se centra en la preocupación intensa por el self y el narcisismo que caracteriza a la sociedad contemporánea. La búsqueda de la realización personal y la nueva sensibilidad terapéutica han popularizado los enfoques psiquiátricos de pensamiento y han llevado a un sueño de fama y una sensación angustiosa de fracaso. Esto ha generado una urgencia adicional por encontrar soluciones espirituales y panaceas.
Los críticos argumentan que este ensimismamiento moral aísla a los ciudadanos de altos recursos de los problemas sociales más amplios y los lleva a buscar alivio en el enfoque psiquiátrico. Sin embargo, se sugiere que este fenómeno no se limita a la clase media acomodada y que la desesperación y el vacío interior afectan a todas las clases sociales. La crisis de relaciones interpersonales y el colapso de la vida personal se extienden incluso a las clases bajas, lo que demuestra que el problema va más allá de la riqueza material.
Algunos críticos malinterpretan el enfoque psiquiátrico como un opiáceo para los ricos y creen que solo se ocupa de problemas triviales e irreales. Sin embargo, el narcisismo y la búsqueda de la realización personal no son exclusivos de las clases acomodadas y se manifiestan en todos los estratos sociales. La vida personal y las experiencias familiares se entrelazan con los fenómenos sociales y afectan la percepción del mundo.
La ética de la autoconservación y el privatismo se critican por su enfoque en la supervivencia psíquica y el aislamiento del individuo del mundo exterior. El problema del movimiento de "apertura de conciencia" radica en brindar soluciones contraproducentes a las crisis de relaciones interpersonales, enfocándose en evitar la dependencia de los demás en lugar de promover relaciones más profundas y significativas.
La crítica del privatismo según Richard Sennett se enfoca en el narcisismo y la pérdida de límites entre la vida pública y privada en la sociedad contemporánea. Sennett sostiene que el narcisismo es lo opuesto al amor a uno mismo y ha llevado a una devaluación del ámbito personal. Anteriormente, las convenciones regulaban los vínculos impersonales en público, lo que permitía una conversación civilizada y cooperación en proyectos públicos sin la necesidad de exponer los secretos íntimos. Sin embargo, en el siglo diecinueve, la actitud reservada se quebró y se valoró más la sinceridad y la autenticidad, lo que erosionó la separación entre lo público y lo privado.
Sennett argumenta que esto ha llevado a que las relaciones en público se vuelvan excesivamente serias, con conversaciones que parecen confesiones. La política degenera en una lucha por la autorrealización en lugar de un cambio social genuino. Se ha perdido la capacidad de actuar con desapego y la disposición al encuentro festivo. Sennett destaca que esta concepción de la política ignora la irracionalidad que ha existido históricamente en las relaciones entre clases dominantes y subordinadas, así como la proyección de ansiedades personales en el ámbito político.
El análisis de Sennett tiende a exaltar el liberalismo burgués y desestimar otras formas de política que busquen un cambio social más profundo. También critica la preocupación actual por la autoexploración y el crecimiento psicológico, considerándola ensimismamiento romántico. Sin embargo, el culto a la intimidad no se origina en la glorificación del self, sino en su desintegración, y la sociedad actual ha hecho que sea más difícil establecer relaciones personales significativas.
Los críticos del narcisismo que lo reducen a una metáfora simplista se pierden la oportunidad de entender su complejidad psicológica y su relación con aspectos importantes de la cultura contemporánea. Se pierden así características importantes asociadas con el narcisismo patológico y su conexión con ciertos patrones culturales contemporáneos, como el miedo a la vejez y la muerte, la fascinación por los famosos y la disminución del espíritu lúdico.Es necesario considerar tanto sus dimensiones psicológicas como sociales para una comprensión más completa de este fenómeno.
El psicoanálisis se enfoca en el individuo y no en los grupos, pero sus estudios clínicos de individuos pueden arrojar luz sobre la relación entre sociedad e individuo. La personalidad de cada individuo refleja la cultura y las normas sociales en las que ha sido socializado. La socialización, llevada a cabo principalmente por la familia y la escuela, modifica la naturaleza humana para adaptarla a las normas sociales predominantes.
El narcisismo, un concepto importante en la teoría psicoanalítica, se refiere a la inversión libidinal del Yo y puede operar como una formación psíquica en los trastornos del carácter. Se ha desarrollado una nueva teoría del narcisismo, centrada en el narcisismo secundario o patológico, que busca anular el dolor del amor desengañado y neutralizar la ira hacia quienes no responden inmediatamente a las necesidades del individuo.
El narcisismo patológico surge cuando el Yo se ha desarrollado lo suficiente como para diferenciarse de los objetos circundantes, y el individuo intenta recrear una relación amorosa deseada en sus fantasías y anular la ansiedad y la culpa resultantes de los impulsos agresivos hacia el objeto frustrante.
En los textos clínicos recientes, ha habido un cambio de enfoque del narcisismo primario al secundario, lo que refleja el cambio de la teoría psicoanalítica del estudio del Ello al estudio del Yo. Este cambio también se ha relacionado con el tipo de pacientes que buscan tratamiento psiquiátrico en la actualidad. En las últimas décadas, ha surgido un aumento en pacientes borderline o limítrofes, quienes presentan síntomas menos definidos y una insatisfacción vaga ante la vida.
Estos pacientes sufren de un narcisismo patológico, lo que significa que se enfocan en sí mismos, tienen dificultades para lidiar con sus impulsos y conflictos, y buscan constantemente la admiración y el apoyo de los demás. Carecen de compromisos emocionales profundos, lo que resulta en relaciones superficiales y frustrantes. Experimentan intensos sentimientos de vacío interior y falta de autenticidad, y su personalidad se caracteriza por defensas contra la ira y los sentimientos de privación.
El origen de este síndrome limítrofe puede rastrearse hasta experiencias tempranas de ira abrumadora hacia los padres y la incapacidad para integrar imágenes parentales "buenas" y "malas". Como resultado, tienen dificultades para distinguir entre las imágenes del Yo y las de los objetos externos. Esto conduce a una concepción grandiosa del self, donde cultivan fantasías de omnipotencia y se aferran a la búsqueda de admiración externa.
El análisis y tratamiento de estos pacientes narcisistas pueden ser difíciles debido a la fuerza de sus defensas y su resistencia a un análisis profundo. Sin embargo, el efecto devastador del narcisismo en la segunda mitad de la vida es una razón para intentar abordar estos problemas, ya que el envejecimiento puede resultar especialmente aterrador para quienes dependen de la admiración y la juventud para mantener su autoestima.
En conclusión, el narcisismo patológico, tal como se ve en pacientes limítrofes, ofrece información valiosa sobre el narcisismo como fenómeno social y su impacto en las relaciones interpersonales y el envejecimiento.
El texto explora las influencias sociales sobre el narcisismo en la sociedad contemporánea. Se menciona que cada época desarrolla patologías peculiares que expresan exageradamente la estructura de carácter subyacente de esa época. En la época de Freud, se observaban la histeria y las neurosis obsesivas, que reflejaban características asociadas a la fase temprana del capitalismo.
En la sociedad actual, se observa una creciente atención hacia los trastornos pre-esquizofrénicos, límite y de la personalidad, lo que indica un cambio hacia el narcisismo. Se sostiene que los trastornos del carácter han ido en aumento, y los pacientes presentan quejas vagas e imprecisas, con sentimientos de vacío y alteración profunda de la autoestima.
El texto sugiere que el cambio hacia el narcisismo ha sido favorecido por diversas influencias sociales, como la burocracia moderna, la cultura de la imagen y el enfoque terapéutico actual. La burocracia premia la manipulación de relaciones interpersonales y desalienta la formación de nexos profundos. Por otro lado, la sociedad está inundada de imágenes visuales y auditivas debido a la tecnología, lo que debilita el sentido de realidad y favorece la necesidad de autoexamen.
En resumen, el narcisismo parece estar en aumento debido a una serie de factores sociales, como la burocracia, la cultura de la imagen y la mentalidad de supervivencia personal. Estos factores han llevado a una sociedad donde la autoimagen y la búsqueda de reconocimiento dominan la vida de las personas, y el sentido de la realidad se ve afectado por la mediatización y el autoexamen constante.
La cosmovisión del resignado es una respuesta narcisista predominante en la sociedad moderna. El narcisismo, en este contexto, no se refiere solo a una patología, sino a una forma de personalidad adaptada a los cambios sociales actuales. Las nuevas modalidades sociales han dado lugar a una personalidad liberada, con características narcisistas como la búsqueda de autoestima, la promiscuidad sexual, la huida de la dependencia y el miedo a la vejez y la muerte.
El narcisismo se ha vuelto una forma de lidiar con las tensiones y ansiedades de la vida moderna, y ha sido fomentado por cambios en la familia y en las relaciones sociales. La sociedad temerosa del futuro tiende a mostrar desapego emocional hacia las nuevas generaciones, lo que contribuye a la formación de personalidades narcisistas.
La percepción del mundo como peligroso y restrictivo, la debilidad de los vínculos sociales y la ética de la autopreservación y supervivencia psíquicas son reflejos de esta cosmovisión del resignado. El culto de las relaciones personales y el crecimiento personal ocultan un profundo desencanto y resignación. Esta cosmovisión refleja una convicción de que la envidia y la explotación prevalecen incluso en las relaciones más íntimas y que el futuro es incierto y desalentador.
Originalmente, la ética del trabajo era un pilar de la cultura norteamericana y anglosajona. Se basaba en el mito de la empresa capitalista, donde la frugalidad y el esfuerzo eran clave para el éxito material y espiritual. En ese contexto, Estados Unidos era considerado el país de las oportunidades, ya que se creía que la movilidad social dependía de la iniciativa individual.
En sus inicios, la ética del trabajo estaba ligada al servicio a la comunidad y al progreso colectivo. Los puritanos trabajaban diligentemente por vocación para mejorar su comunidad y transformar la naturaleza. Sin embargo, con el tiempo, esta ética evolucionó hacia una búsqueda más individualista de la riqueza y la prosperidad. Benjamin Franklin y otros promovieron la superación personal y la autodisciplina para lograr el éxito material y el reconocimiento social.
Sin embargo, en la actualidad, la percepción del tiempo ha cambiado y las expectativas han disminuido. La inflación, el endeudamiento y la incertidumbre del futuro han llevado a una nueva ética de la autoconservación, donde las personas priorizan la supervivencia y la satisfacción inmediata. El enfoque en la prosperidad personal ha sido reemplazado por la conservación y la mera supervivencia.
En el siglo XIX, el ideal de progreso individual degeneró en un culto a la laboriosidad compulsiva y la búsqueda desenfrenada de riqueza. Personajes como P. T. Barnum promovieron conferencias sobre "El arte de ganar dinero", enfocándose en el enriquecimiento personal sin preocuparse por valores morales o el progreso social. La sociedad del siglo XIX medía el éxito en términos monetarios y consideraba que todo tenía un precio.
Aunque algunas virtudes protestantes como la laboriosidad y la frugalidad seguían presentes en la ética del trabajo, en el siglo XIX comenzó a destacar la voluntad de triunfar y la competencia. La lucha por sobresalir y el cultivo de la propia imagen se volvieron fundamentales para alcanzar el éxito, y el magnetismo personal y la habilidad para influir en otros se convirtieron en aspectos importantes de la fórmula para triunfar.
Con el tiempo, el enfoque en la competencia y la autopromoción superó la preocupación por la contribución social y el progreso colectivo. Los nuevos manuales de éxito enfatizaron la importancia de hacer amigos e influir en la gente, aunque a menudo a expensas de la honestidad y la integridad. La apariencia y la imagen proyectada se volvieron más significativas que los logros reales, marcando una desviación del significado original de la ética del trabajo.
En la sociedad actual, el sueño del éxito ha perdido su significado trascendental. Los individuos ya no miden sus logros por su propio mérito, sino por la aprobación y reconocimiento públicos. La autoestima se basa en la admiración y envidia de los demás más que en el sentido de logro personal. La fama y la celebridad son más valoradas que los logros reales, y la atención pública se convierte en una obsesión para aquellos que buscan el éxito.
En la política y en el mundo corporativo, la imagen y la percepción superan la realidad y los logros reales. Los líderes políticos y ejecutivos buscan mantenerse a la vista del público y cuidar su imagen en lugar de enfocarse en la eficiencia y la productividad. La habilidad para seducir y ganar la admiración se vuelve más importante que la devoción a la tarea o la maestría en sí misma.
El enfoque en la impresión y en la manipulación de la percepción de los demás lleva a la pérdida de objetividad y a la superficialidad en las relaciones laborales y en la política. Los líderes se preocupan más por mantener la atención y admiración de otros que por los intereses reales y la eficiencia en su trabajo.
En general, el eclipse del logro se ha producido porque la sociedad ha puesto un mayor énfasis en la imagen, la fama y la manipulación de la percepción que en los logros reales y la contribución significativa. Esto lleva a una cultura obsesionada con la impresión superficial y la admiración de los demás en lugar de un enfoque en la excelencia y la autenticidad.
El arte de la supervivencia social se ha convertido en una habilidad crucial en la sociedad actual, donde el énfasis se ha desplazado del éxito basado en logros a la admiración y la manipulación de la percepción pública. A lo largo de los cambios estructurales en la sociedad, el individuo ha pasado de ser "orientado hacia su interior" a "orientado hacia los otros", buscando la aprobación y el reconocimiento de los demás en lugar de una verdadera autorrealización.
El culto al consumo y la fraternidad superficial han llevado a una sociedad en la que el individuo se vende a sí mismo como una mercancía, buscando seducir y manipular a los demás para obtener ventajas competitivas. La vida personal se ha vuelto anárquica y estresante, ya que las interacciones sociales se asemejan cada vez más a una guerra, donde la manipulación emocional se ha convertido en una estrategia común para obtener éxito y estatus.
Las terapias de asertividad y la lucha contra los "juegos" en las relaciones interpersonales reflejan la creciente ansiedad en la sociedad y la percepción de que el éxito depende de la manipulación psicológica. La lucha por el progreso interpersonal se ha vuelto más relevante que la búsqueda de logros genuinos, lo que ha dado lugar a una cultura obsesionada con la seducción y la intimidación para sobrevivir socialmente.
La apoteosis del individualismo se ha convertido en una paradoja en la sociedad contemporánea. En lugar de sucumbir ante la conformidad y la sociabilidad superficial, el individualismo ha evolucionado hacia un hedonismo orientado al presente. Sin embargo, este hedonismo es en realidad un fraude, ya que encubre una lucha por el poder y la manipulación de las relaciones interpersonales.
La sociedad ha experimentado una pérdida generalizada de confianza en el futuro, lo que ha llevado a una búsqueda desesperada por la supervivencia personal. La cultura negra, con su atractivo hacia los blancos desafectos, refleja esta condición generalizada de pérdida de confianza en el futuro.
La ética protestante que anteriormente estaba vinculada al éxito basado en la acumulación de riqueza ha sido reemplazada por la búsqueda del placer y la supervivencia psicológica. La falta de continuidad histórica y la atmósfera de inseguridad han llevado a una transformación radical en la concepción del éxito.
La visión utópica de Sade de una sociedad donde todos tienen derecho a todos, basada en el egocentrismo ilimitado, ha encontrado resonancia en la sociedad actual. Las relaciones interpersonales se han vuelto más manipuladoras y depredadoras, donde la satisfacción depende de tomar lo que se desea en lugar de esperar lo que es correcto recibir.
El individualismo ha culminado en una total arremetida contra la intimidad y en la aniquilación de la individualidad. La glorificación del individuo ha llevado a su repudio más radical, y la sociedad contemporánea se enfrenta a una crisis existencial y moral.
En la época temprana del capitalismo industrial, los empleadores veían a los trabajadores como meros factores productivos, sin importar sus actividades fuera del trabajo. Sin embargo, algunos empleadores comprendieron que el trabajador podía ser un consumidor valioso y comenzaron a enfocarse en el consumo como una parte esencial del capitalismo en crecimiento.
La publicidad desempeñó un papel fundamental en la creación de nuevas demandas en los consumidores, convenciéndolos de que necesitaban bienes de los que antes no eran conscientes. La publicidad cambió la forma en que se percibía el consumo, convirtiéndolo en un estilo de vida y una forma de lidiar con la alienación y la desolación espiritual de la vida moderna.
La publicidad también promovió una "revolución de los hábitos y la moral", alentando el consumo masivo y asociándolo con la emancipación de la mujer y la juventud contra la autoridad patriarcal tradicional. Sin embargo, este nuevo consumo también generó nuevas formas de insatisfacción y envidia.
En general, la propaganda de las mercancías tiene un papel fundamental en el capitalismo de consumo, educando a las masas en el deseo insaciable de bienes y experiencias, y cambiando la forma en que se relacionan con el trabajo, la familia y la sociedad en general.
El papel de los medios de comunicación en la manipulación de la opinión pública ha sido objeto de mucha discusión, pero a menudo se enfoca erróneamente en evitar la circulación de falsedades obvias. En la sociedad actual, la verdad ha cedido su lugar a la credibilidad, y los hechos se han sustituido por afirmaciones que parecen autorizadas pero no proporcionan información válida.
La publicidad y la propaganda desempeñan un papel importante en este panorama, presentando afirmaciones que son creíbles pero no necesariamente verdaderas o falsas. Los propagandistas y publicistas expertos utilizan tácticas que evitan una apelación obvia a las emociones y, en su lugar, presentan datos y estadísticas que parecen objetivos pero pueden ser engañosos.
La propaganda moderna no se limita a regímenes totalitarios, sino que también se ha incorporado a las operaciones de los Estados y la industria. La distinción entre propaganda y publicidad no es tan clara, ya que ambas utilizan estrategias similares para influir en la opinión pública.
La expansión de la burocracia estatal también contribuye a la difusión de información ambigua y a menudo ininteligible. El uso de jerga y seudociencia permite a los funcionarios y publicistas presentar sus declaraciones como objetivas y científicas, pero al mismo tiempo, resultan confusas y difíciles de entender para el público.
En este contexto, se hace evidente que la verdad objetiva y los hechos verificables han sido desplazados por la apariencia de credibilidad en la sociedad contemporánea. La manipulación de la opinión pública se basa en gran medida en la presentación de afirmaciones que suenan plausibles pero pueden ser engañosas, lo que dificulta que la audiencia distinga entre lo verdadero y lo falso.
La política se ha convertido en un espectáculo en el que la propaganda busca crear una sensación constante de crisis para justificar la expansión del poder ejecutivo y mantenerlo rodeado de secreto. El manejo de crisis se ha convertido en la esencia del arte de gobernar, y los políticos se dedican a impresionar al público con su determinación y capacidad para enfrentar situaciones difíciles.
El texto explora cómo el radicalismo político se ha convertido en un espectáculo callejero, transformando la política en publicidad y debilitando la oposición efectiva. En una sociedad donde el poder se presenta de manera encubierta, es difícil identificar al opresor y mantener un sentido de injusticia en las masas. La Nueva Izquierda intentó dramatizar la represión oficial para movilizar a la gente, pero esto resultó en una política teatral sin sustancia. Las tácticas de "escalada" violenta buscaban impresionar a las audiencias relevantes, pero en realidad consolidaron al establishment y fragmentaron a la izquierda. El teatro callejero no logró resultados prácticos, pero atrajo a seguidores al ofrecer una forma de dramatización individual en lugar de resultados concretos. El texto también habla de cómo la retórica del "poder negro" y el estilo radical reemplazaron la sustancia radical, y cómo los radicales a menudo sufrieron represión y sacrificios sin obtener resultados significativos.
El texto examina la idolatría del héroe y la idealización narcisista en el contexto del movimiento radical y la sociedad en general. Indica que algunos individuos buscaban el martirio como una forma atractiva de notoriedad, y que los medios de comunicación otorgaban legitimidad a los actos antisociales al informar sobre ellos. Esto se relaciona con cómo la cultura de la celebridad transforma a personas ordinarias en el centro de atención, ya sea a través de actos en eventos deportivos o crímenes. La sociedad narcisista se divide en los "grandiosos" y los "mediocres", y aquellos que buscan la celebridad a menudo buscan emular a los "ganadores" mientras temen ser considerados "perdedores". Esta dinámica se ve influenciada por la erosión de la capacidad de emulación consciente, llevando a una admiración narcisista en lugar de la verdadera identificación y emulación de héroes. Los narcisistas tienden a ver a los ídolos como extensiones de sí mismos, lo que dificulta la verdadera admiración y emulación. La sociedad narcisista valora más la celebridad que la fama, y el espectáculo reemplaza las formas teatrales tradicionales que permitían una distancia entre los ídolos y el público.
El texto aborda cómo el narcisismo y la cultura de la celebridad, junto con el cambio en las formas teatrales, han llevado a una sensación de "absurdo" en la sociedad contemporánea. El contramovimiento busca convertir la vida en espectáculo y el teatro en realidad, diluyendo la distinción entre ambas. Esto genera una indiferencia hacia la realidad y una despersonalización de la experiencia. A medida que la sensación de realidad se debilita, el sentido de identificación con la ficción y la ilusión aumenta. Se observa que el teatro experimental y la vanguardia luchan por subvertir las convenciones teatrales que crean ilusiones, y los escritores modernos intentan recrear la realidad de la ilusión. El teatro del absurdo, caracterizado por dramaturgos como Beckett, Ionesco y Genet, refleja la desesperación y el aislamiento de la personalidad limítrofe, centrando su atención en el vacío existencial y la incertidumbre de la realidad. Las formas artísticas contemporáneas reflejan la falta de fe en las relaciones objetivas y la creencia en la ilusión, generando una sensación de absurdo que penetra en la vida diaria y transforma la experiencia en una especie de teatro absurdo del yo.
El texto explora cómo diversas corrientes históricas han llevado a una conciencia progresiva de uno mismo como intérprete en la sociedad contemporánea. Se describe cómo la sociedad actual exige que las personas representen una imagen constante y uniforme de sí mismas, como si fueran actores en un escenario. Esta "burocratización del espíritu" ha creado una inseguridad en la conciencia de uno mismo, afectando la espontaneidad en las acciones y los placeres. La relación con el mundo exterior se ha vuelto más opaca debido a la creciente mediación simbólica de la información, y la realidad se presenta como una red impenetrable de relaciones sociales y roles interpretativos.
La obsesión por las apariencias y la interpretación consciente de sí mismo se han intensificado, llevando a un escrutinio constante y a la búsqueda de imperfecciones. La industria publicitaria fomenta este enfoque y alienta a las personas a crear y proyectar una imagen atractiva de sí mismas. El texto destaca cómo tanto hombres como mujeres se ven influenciados por la cultura de la apariencia y cómo esta búsqueda de perfección y autointerpretación se ha vuelto omnipresente.
Se compara esta autoconciencia excesiva con la teoría psicoanalítica del narcisismo patológico, donde la validación de otros es crucial para la autoestima, pero a su vez se degrada a esas personas. Se sugiere que las ansiedades y las inseguridades presentes en el narcisismo patológico también se encuentran en las interacciones sociales diarias. Las formas predominantes en la vida social incentivan el comportamiento narcisista, y el proceso de socialización en la infancia refuerza estos patrones.
El autoescrutinio ansioso en la sociedad contemporánea no solo regula las señales hacia los demás y las señales recibidas, sino que también crea una distancia irónica con respecto a la rutina de la vida cotidiana. Esta distancia se origina debido a la degradación del trabajo, donde la competencia y las habilidades individuales se vuelven menos relevantes para el éxito material. Por un lado, esto lleva a la exhibición del self como una mercancía, mientras que por otro lado, promueve un distanciamiento autocrítico hacia el trabajo y la rutina.
Las personas buscan escapar de la sensación de inautenticidad estableciendo una distancia irónica con respecto a las rutinas. Esto puede manifestarse a través de chistes, burlas, cinismo y la negación de tomarse en serio las tareas desagradables. La conciencia distanciada de las rutinas les permite mantenerse indemnes ante las presiones de la situación y reducir su impacto emocional. A medida que más personas se encuentran en trabajos que no aprovechan su capacidad y el tiempo libre se asemeja al trabajo, esta actitud de distanciamiento cínico se convierte en la norma en las interacciones diarias.
El arte masivo también contribuye a esta distancia irónica al parodiar roles y convenciones familiares, invitando a la audiencia a considerarse superior a su entorno. Sin embargo, parte del arte popular promete escapismo romántico en lugar de distancia irónica, lo que lleva a una disparidad entre la realidad y las visiones románticas. Esta disparidad resulta en un distanciamiento irónico que a la vez atrofia la voluntad de cambiar las condiciones sociales y mejorar la rutina diaria.
La fuga a través de la ironía y la autoconciencia crítica es un engaño, ya que cualquier otro enfoque solo proporciona un alivio momentáneo. Aunque el distanciamiento inicial puede parecer una forma de liberarse de la rutina, pronto se convierte en otra rutina. La autoconciencia crítica genera una inseguridad cíclica que inhibe la espontaneidad y aumenta la sensación de inautenticidad. A medida que se profundiza en la crítica de sí mismo, se agudiza la ansiedad y el escrutinio, lo que puede dificultar la conexión con la realidad y la subjetividad más profunda.
El arte y la religión, históricamente vías de escape, también han perdido su capacidad de liberar de la sensación de inautenticidad en la sociedad contemporánea. El arte sufre la misma crisis de inseguridad que aflige a las personas comunes, lo que resulta en una incapacidad para escribir acerca de algo más que la dificultad de escribir. La arremetida contra las ilusiones artísticas y religiosas se relaciona con el miedo a la fantasía y la resistencia a distanciarse de la realidad inmediata.
Incluso el narcisista, que busca liberarse de sus propios deseos amenazantes, lucha por conciliar el sueño, fantasear sexualmente o enfrentar la realidad presente en la terapia psicoanalítica. La desintegración en la catatonía es una amenaza para el escritor experimental que se repliega en un análisis superficial de sí mismo.
En la sociedad contemporánea, la distancia irónica y el autoexamen crítico no brindan una verdadera liberación, y la conciencia falsa de uno mismo se vuelve abrumadora. Las personas pueden buscar refugio en obsesiones, compulsiones y terapias en un intento de escapar de la incertidumbre, la ironía y la inautenticidad. El mundo contemporáneo parece preferir incluso antiguas formas de esclavización a enfrentar las ironías de la incertidumbre constante.
El texto describe el contraste entre el espíritu lúdico y el fervor nacionalista en relación con el juego y el deporte. El juego se presenta como una forma pura de escapar de la realidad, similar al sexo y las drogas, intensificando la concentración sin efectos negativos. El juego satisface la necesidad de fantasía y desafío sin propósito utilitario. Aunque el enfoque oficial destaca los beneficios del deporte para la salud y el bienestar nacional, el texto critica cómo se instrumentaliza el juego en agendas educativas y políticas. Se resiste a convertirlo en herramienta de adoctrinamiento y enfatiza su naturaleza libre y no dirigida hacia objetivos específicos.
Debido a la rutina y la abstracción del trabajo, el juego se ha vuelto importante para encontrar desafíos intelectuales y físicos. El trabajo abstracto y monótono genera ironía y alejamiento de la realidad. El juego proporciona un escape y autenticidad. A medida que la cultura moderna racionaliza actividades como la religión, la guerra y el trabajo, el juego se vuelve vital. Aunque el deporte satisface la necesidad de esfuerzo físico, su comercialización ha afectado su valor intrínseco, desviándolo hacia la competencia y la violencia. Huizinga argumenta que la seriedad y la sobreorganización han contaminado tanto el juego como las actividades serias, llevando a la pérdida de su verdadera naturaleza.
El texto explora la crítica al deporte moderno, tanto en su forma superficial como en su versión más sofisticada, y cómo esta crítica revela malentendidos sobre la sociedad contemporánea. Los críticos del deporte a menudo malinterpretan la importancia de los espectadores y subestiman el valor de la competencia y la exhibición en el juego. Señala que la sociedad moderna ha influido en la degradación del deporte, en particular debido a la comercialización y a la adaptación a los medios de comunicación. A pesar de las críticas, el autor sugiere que el deporte sigue siendo valioso por su capacidad de brindar alegría, generar conexiones emocionales y ofrecer un marco para la excelencia. En contraste, la crítica radical propone eliminar la competencia y la excelencia en favor de una participación igualitaria, lo que socava la esencia misma del deporte y su atractivo.
La degradación de la actividad deportiva no se debe a considerarla demasiado seria, sino a su trivialización. El juego obtiene su poder al atribuir un propósito serio a actividades aparentemente triviales, creando una ilusión de realidad y transformando el deporte en una representación de la vida. Sin embargo, en la sociedad contemporánea, esta ilusión se ha debilitado. Los jugadores, promotores y espectadores han contribuido a esto. Los jugadores se presentan como "entertainers", los promotores fomentan la hinchada furiosa, y la televisión convierte a los espectadores en participantes que interfieren en el juego. La creciente violencia en las multitudes no se debe a tomarse el deporte demasiado en serio, sino a la incapacidad de respetar las convenciones que deberían mantenerse. Transgresiones como invadir la cancha rompen el hechizo y socavan la ilusión que los juegos generan al fusionar jugadores y espectadores, destruyendo así su valor representacional.
El imperialismo y el culto a una vida de rigor en la historia de los deportes se relaciona con su subordinación a las demandas de la vida cotidiana. La burguesía del siglo XIX suprimió deportes y fiestas populares por considerarlos extravagantes y perturbadores. Los esfuerzos reformadores de clase media buscaban promover la sobriedad y el trabajo, relegando el ocio público. En Estados Unidos, esta campaña se mezcló con conflictos étnicos y de clase, luchando por la defensa de diversiones populares y la bebida. Sin embargo, la clase alta adoptó una vida de rigor, glorificando los deportes como preparación para la vida y el imperialismo. Los deportes se vincularon con valores como la competencia, el coraje y la virilidad, fundamentales para el éxito individual y la grandeza nacional. En las décadas posteriores, el culto a esta vida de rigor se convirtió en un tema reaccionario, asociado a la derecha y utilizándose para cohesionar la sociedad.
Lealtad corporativa y competencia en los deportes han sido temas de crítica, pero estas críticas han sido en gran medida reduccionistas y carecen de validez en el contexto actual. Se ha argumentado que el deporte adoctrina en valores conformistas y militaristas, pero estas afirmaciones no se ajustan a las realidades modernas. La socialización a través del deporte es más compleja y las lecciones transmitidas no son necesariamente las pretendidas. Aunque los valores tradicionales puedan haber influido, la autonomía de las tradiciones culturales y la resistencia a la asimilación son significativas.
Los valores reaccionarios atribuidos al deporte ya no son relevantes para el capitalismo contemporáneo. El racismo y el machismo marcial han perdido su función social debido a los cambios en la explotación económica y las relaciones internacionales. El racismo y la supremacía blanca han declinado, y el machismo marcial ha cedido ante las nuevas formas de confrontación tecnológica. La competencia en el deporte no está necesariamente vinculada a la agresión sin límites, y los temores a la rivalidad reflejan preocupaciones más amplias en la sociedad contemporánea.
En general, las críticas que vinculan el deporte con valores obsoletos y conformismo son simplistas y no tienen en cuenta la complejidad de las dinámicas sociales y culturales actuales. El papel del deporte en la socialización y la competencia es multifacético, y su relación con valores reaccionarios es cada vez menos relevante en la sociedad moderna.
En la interacción social actual predomina la cooperación antagónica, donde el trabajo en equipo oculta la lucha competitiva en organizaciones burocráticas. En el deporte, la rivalidad entre equipos se ha vuelto más comercial y menos arraigada en lealtades locales o regionales. La profesionalización del deporte y su extensión a las universidades han transformado la actitud de los atletas, que ahora ven su actividad como un negocio. Las lealtades corporativas se han debilitado en una sociedad burocrática, y los atletas subordinan sus logros al equipo para mantener relaciones amigables con colegas, no por una lealtad más amplia. Los atletas se mueven por sus propios intereses y a menudo ganan más a través de patrocinios comerciales que de sus salarios. Debido a estos cambios, es difícil considerar a los atletas como héroes locales o nacionales, y su relación con el deporte ha evolucionado hacia el entretenimiento en lugar de ser una representación de valores más profundos. Aunque el deporte se presenta como un espectáculo para la audiencia televisiva, el resentimiento hacia los atletas por sus altos salarios y actitudes mercantiles muestra que la percepción del deporte como algo más que mero entretenimiento persiste.
La secularización del deporte se completó al transformarlo en objeto de consumo masivo. La profesionalización del deporte universitario atrajo a estudiantes no interesados en el aprendizaje, lo que impulsó la creación de programas deportivos para atraerlos. Los estadios deportivos lujosos se construyeron para albergar a la creciente audiencia, y la inversión en deportes llevó a una preocupación por el sistema de trabajo, la eficiencia y la eliminación del riesgo. La expansión del periodismo amarillo contribuyó a la profesionalización de los deportes de aficionados y a la creación de una gran industria deportiva. La televisión transformó los deportes en un entretenimiento masivo, pero también condujo a una degradación del periodismo deportivo. Los deportes se convirtieron en una mezcla de entretenimiento y negocio, y la actividad deportiva se considera por algunos como un refugio auténtico en un mundo corrupto y comercializado.
La concepción escapista del ocio coincide con su transformación en una extensión de la producción de mercancías. El deporte, que antes tenía un valor dramático y ritual arraigado en la comunidad, se ha convertido en un apéndice de la industria del entretenimiento. La degradación del juego proviene de la degradación del trabajo, lo que crea la necesidad de recreación comercializada. El deporte, originalmente una forma de escape, se vuelve comercializado y trivializado en la búsqueda de diversión. La evolución del deporte sigue un patrón similar al del arte moderno, donde la creación de un ámbito lúdico aislado del trabajo conduce a la subyugación del deporte a los mismos criterios comerciales y de entretenimiento que afectan a otras áreas culturales. El intento de crear un dominio autónomo del ocio culmina en la asimilación del deporte al mundo del espectáculo y el negocio.
La expansión de la educación formal hacia grupos antes excluidos ha tenido un impacto limitado en la mejora de la comprensión y la cultura popular. A pesar de la democratización de la enseñanza, la brecha entre ricos y pobres no se ha reducido significativamente. Críticos conservadores y radicales coinciden en que los estándares intelectuales son elitistas. Los radicales creen que la educación perpetúa una cultura literaria obsoleta, mientras que los conservadores ven un deterioro en la calidad educativa.
El sistema educativo contribuye al declive del pensamiento crítico y la erosión de los estándares intelectuales. La educación masiva parece incompatible con la calidad educativa. Sin embargo, el deterioro no se limita a la enseñanza masiva, afectando incluso a instituciones prestigiosas. El sistema escolar se preocupa más por el trabajo que por la educación. La mayoría de los trabajos no requiere un alto grado de habilidad, lo que lleva a un exceso de calificación de los graduados. La sociedad industrial avanzada busca una población pasiva que acepte trabajos triviales y busque gratificación en el ocio.
La creencia en que la sociedad solo necesita habilidades para operar máquinas y explotar medios de comunicación masiva ha llevado a un excedente de talento humano en la academia. El análisis de Blackmur en 1954 predijo la depresión académica de los años setenta y el excedente de talento en la sociedad industrial. El poder político ya no necesita justificaciones filosóficas y la educación en historia y gobierno se ha vuelto marginal en el aparato de control social.
El deterioro del sistema educativo refleja problemas más profundos en la sociedad moderna. La educación masiva, inicialmente destinada a democratizar la cultura, ha resultado en un declive en las habilidades intelectuales y un aumento en la estulticia. A pesar de altos niveles de alfabetismo formal, la gente tiene dificultades para usar el lenguaje con precisión, recordar hechos históricos y realizar deducciones lógicas. La habilidad para el razonamiento, el conocimiento de idiomas extranjeros y la comprensión de textos escritos han disminuido.
La evidencia muestra que los puntajes en exámenes académicos han caído a lo largo de los años. Incluso en instituciones prestigiosas, los estudiantes tienen dificultades con el lenguaje, el razonamiento y el conocimiento histórico. Los jóvenes están ignorando sus propios derechos ciudadanos, desconociendo aspectos fundamentales de la Constitución y la política. La educación pública universal ha contribuido a la pasividad política y la disminución del pensamiento crítico.
El sueño republicano de crear ciudadanos educados y activos se ha debilitado debido a circunstancias históricas particulares y a la difusión del empobrecimiento intelectual. La educación masiva no ha cumplido su promesa de elevar la cultura y el pensamiento crítico, sino que ha llevado a la atrofia de la competencia y la pasividad intelectual.
La democratización de la enseñanza tenía dos objetivos principales: formar ciudadanos ilustrados para el Estado moderno y crear una fuerza laboral eficiente. En el siglo XIX, el énfasis político prevalecía y la reforma educativa avanzaba junto con la extensión del sufragio y la separación Iglesia-Estado. El sistema de escuela común surgía de la revolución democrática, que buscaba ciudadanos educados en igualdad ante la ley y conocedores de sus derechos para mantener un "gobierno de las leyes".
La educación republicana tenía como objetivo formar ciudadanos capaces de defender sus derechos, con conocimiento de historia y razonamiento crítico. Jefferson enfatizaba el conocimiento útil y la historia antigua y moderna para desarrollar juicio y percepción. Este sistema contrastaba con el de otras naciones donde las masas permanecían analfabetas y aferradas a costumbres superstitiosas.
En Estados Unidos, la población rural tenía acceso a conocimientos científicos y culturales, y las tradiciones bíblicas coexistían con la ciencia y la libertad política. La educación buscaba crear ciudadanos informados y activos, capaces de participar en asuntos públicos y con un alto sentido de autonomía y amor propio, lo que contrastaba con el pasmo y la ignorancia en otras sociedades.
En medio de la migración europea a Estados Unidos y el temor de que las condiciones sociales del Viejo Mundo se reprodujeran en América, se desarrolló la idea de un sistema nacional de educación obligatoria. A partir de la década de 1840, reformadores educativos como Horace Mann y Henry Barnard propusieron una educación que expandiera el plan de estudios más allá de lo académico, con el propósito de aculturar a la población inmigrante y promover la "americanización". Esto reflejó un énfasis en el control social y la preocupación por mantener el orden.
A medida que la sociedad cambiaba y la industria tomaba más relevancia, se introdujo una forma de enseñanza industrial que enfatizaba la formación manual y vocacional, diseñada para producir trabajadores productivos. Esta práctica, junto con la enseñanza cívica, representaban versiones limitadas de la práctica democrática, atractivas para aquellos que consideraban que las escuelas estaban demasiado enfocadas en la cultura académica.
En respuesta al aumento del fracaso escolar y al clamor público, se introdujeron sistemas de prueba y seguimiento que relegaron a los estudiantes "fracasados" a programas de formación manual e industrial. La educación superior y la "cultura" se consideraban inapropiadas para las masas, lo que llevó al florecimiento de la escuela como entidad de reclutamiento industrial y selección de recursos humanos.
De las tres formas de generar una fuerza laboral eficiente: inculcar disciplina industrial, brindar formación vocacional y realizar selección, esta última se convirtió en la más importante durante la Primera Guerra Mundial, enfocándose en adecuar a los individuos para roles específicos.
En el siglo XX, a pesar de los cambios en la educación, no se puede afirmar que la escuela haya tenido un efecto universalmente desmoralizador en los estudiantes. Grupos con una tradición cultural que valoraba la educación formal, como los judíos, lograron utilizar el sistema educativo, incluso en un contexto de reclutamiento industrial, como una herramienta para su superación colectiva. La educación enfocada en el "americanismo" y la promoción de normas universales pudo tener un efecto liberador al ayudar a individuos a romper con las limitaciones de sus tradiciones étnicas y culturales.
A mediados del siglo XX, se introdujeron reformas educativas que llevaron las labores familiares a la escuela, con el objetivo de enseñar habilidades prácticas y también de socializar a los estudiantes. Sin embargo, esta práctica resultó en la eliminación de contenidos académicos en favor de actividades no académicas, como salud, educación cívica y labores hogareñas. Esto reflejaba la creencia de que la educación debía "educar integralmente al niño" y adaptarse a la "vida".
A lo largo de estas reformas, la educación secundaria sufrió una deterioración en su calidad. Los programas de formación vocacional y adaptación a la vida se convirtieron en actividades poco exigentes y la sociabilidad de los estudiantes se centró en cuestiones no académicas. La disciplina industrial se volvió menos enfocada en la formación intelectual y más en la inculcación de hábitos de orden. Aunque los maestros lamentaban la obsesión de los estudiantes por la popularidad, en parte la alentaban al dar tanta importancia a las habilidades de cooperación y a llevarse bien con los demás.
En la década de 1950, se evidenció una trivialización del plan de estudios secundarios en los Estados Unidos, lo que generó críticas de dos grupos principales. La primera facción, liderada por Arthur Bestor, Albert Lynd, Mortimer Smith y el Council for Basic Education, criticó la expansión excesiva del sistema educativo y abogó por una educación más centrada en la formación intelectual básica para todos. Esta perspectiva se oponía a la idea de socializar "integralmente al niño" y a usar la escuela como un organismo de reclutamiento industrial. Esta facción denunció tanto el antiintelectualismo como el sistema de seguimiento que relegaba a algunos estudiantes a programas no académicos.
Un segundo grupo de críticos, liderado por reformadores como Vannevar Bush, James B. Conant y el vicealmirante Hyman G. Rickover, argumentó que la educación estadounidense no estaba produciendo suficientes científicos y técnicos de alto nivel, lo que dejaba al país rezagado en la carrera armamentista con la Unión Soviética. Propusieron la implementación de un sistema eficiente de selección de recursos humanos en la escuela y enfatizaron la necesidad de mejorar la formación en ciencias y matemáticas.
Estas críticas llevaron a reformas educativas, como la Ley de la Educación para la Defensa Nacional de 1958, que buscaban acelerar la producción de ingenieros y científicos. Sin embargo, estas reformas también llevaron a una atención cada vez mayor en la identificación de estudiantes talentosos y a la disuasión de los demás. A medida que se priorizaba la selección de estudiantes, se introdujeron sistemas de seguimiento más eficaces y se enfocaron más en matemáticas y ciencias. Esto resultó en una cantidad creciente de estudiantes universitarios, pero no necesariamente en una mejora en su educación general.
En lugar de abordar la decadencia de la educación, algunos profesores y padres optaron por enfoques más fáciles, esperando aliviar a los estudiantes y hacer que su experiencia escolar fuera menos dolorosa. Se dejó de desafiar a los estudiantes y se toleraron niveles bajos de esfuerzo. Esto llevó a un debilitamiento de los estándares intelectuales y a la erosión de la disciplina en la educación.
Durante los años sesenta, a pesar de la lucha por la integración racial en las escuelas, la decadencia educativa continuó y se enfrentó a nuevos desafíos. El movimiento por los derechos civiles y el surgimiento del Poder Negro pusieron de relieve las injusticias del sistema educativo.
La disparidad en el rendimiento académico entre estudiantes negros y blancos destacó el fracaso del sistema educativo estadounidense. Los educadores intentaron justificar estas disparidades apelando a argumentos como la inferioridad racial o la "privación cultural". La noción de privación cultural sirvió como una excusa aceptable para la ineficiencia educativa y permitió que continuara la discriminación, incluso después de que el racismo científico fuera desacreditado.
La lucha por la desegregación racial en las escuelas expuso la contradicción entre el compromiso con la educación universal y las realidades de una sociedad estratificada por clases sociales. A medida que la segregación racial comenzó a desmoronarse, surgieron nuevas formas de discriminación en escuelas aparentemente integradas, lo que resultó en un empobrecimiento educativo para los niños negros.
La década de 1950 dejó claro que había una elección entre una educación básica para todos y una burocracia educativa que seleccionaba recursos humanos. Estas mismas tensiones subyacieron en las luchas de los años sesenta y setenta. La lucha por la desegregación no solo buscaba la igualdad de oportunidades, sino también un acceso a una tradición cultural compartida, desafiando la idea de que los criterios académicos eran elitistas.
El movimiento en favor de la educación igualitaria planteó desafíos tanto para los burócratas educativos como para los progresistas. Se enfrentó a la experimentación educativa y a la idea de que las materias académicas inhibían la creatividad y la cooperación. La población negra y otras minorías buscaban revitalizar la enseñanza básica, pero chocaban con las tendencias de experimentación educativa, como el aula abierta y la eliminación del autoritarismo.
En los años sesenta, el movimiento por los derechos civiles evolucionó hacia el Poder Negro, y radicales educativos respaldaron la teoría de la cultura negra, cuestionando la imposición de la cultura blanca en las escuelas. Sin embargo, estos enfoques, aunque con matices distintos, no alteraron el sistema educativo. Los defensores de altos estándares académicos argumentaron que exigir rendimiento demostraba respeto por los estudiantes, mientras que los críticos radicales no lograron cambiar la dinámica y, en algunos casos, reforzaron la educación de baja calidad. La relación entre excelencia intelectual y elitismo persiste como un desafío educativo y social.
En las décadas de los sesenta y setenta, la educación superior experimentó una progresiva dilución de contenidos y un deterioro en la calidad. La incorporación de programas de estudios específicos, la inflación de calificaciones y la expansión de la burocracia administrativa contribuyeron a la degradación. La universidad clásica de 1870 a 1960 ofrecía libertad y diversión, pero la crisis de los sesenta desencadenó una sublevación estudiantil contra la "multiversidad" y sus compromisos confusos. Sin embargo, el movimiento estudiantil se corrompió, demandando menos trabajo y más cursos "relevantes", que a menudo resultaban poco rigurosos intelectualmente. La noción de "relevancia" se volvió popular pero también reflejó una aversión a la educación desafiante. En lugar de enfocarse en mejorar la educación, los críticos radicales a menudo contribuyeron a la erosión de la calidad educativa.
En los años sesenta, las críticas más comunes a la educación superior se centraban en el elitismo cultural. Se argumentaba que la alta cultura promovía valores de las élites y que la enseñanza debería reflejar la diversidad de la sociedad en lugar de cuestionarla. La crítica misma se consideraba sospechosa, y se afirmaba que detenía la acción y aislaba a la universidad de los conflictos del mundo real. Estas actitudes llevaron a que los estudiantes tuvieran poco conocimiento de la literatura clásica. Los cursos optativos y la falta de enfoque en tradiciones culturales llevaron a una pérdida de conocimiento en áreas como la literatura antigua y las referencias bíblicas. A pesar del exceso de información y conocimiento, la cultura popular no se veía influida por estos cambios.
La educación superior ha sufrido una división entre el conocimiento general y el conocimiento especializado de los expertos. A pesar de las críticas y exhortaciones, el ideal de la educación general en la universidad ha caído en desuso. Los profesores a menudo elogian la educación general en teoría, pero en la práctica, se ven afectados por la investigación especializada y la presión por la financiación. Los administradores también menosprecian la educación general, y los estudiantes se oponen a requisitos que consideran demandantes y poco relacionados con empleos lucrativos. Esto ha llevado a una universidad difusa y permisiva que ha absorbido corrientes culturales fundamentales y las ha diluido en una ideología superficial de revolución cultural y autorrealización. Donald Barthelme parodia esta situación en su novela "Blancanieves", donde la educación se convierte en una mercancía que promete la realización personal sin esfuerzo. La universidad se esfuerza por abarcar toda la experiencia vital, pero en realidad, incapacita a los estudiantes emocionalmente y los hace depender de la instrucción académica para tareas cotidianas.
El texto reflexiona sobre la evolución de la socialización de la función reproductiva y cómo afectó a la autoridad de la familia y al rol del Estado en la crianza y educación de los niños. Se aborda cómo la industrialización y la expansión de la educación y la asistencia social llevaron a un cambio en la percepción de la familia y su capacidad para criar a los niños. Algunos puntos clave incluyen:
Socialización de la función reproductiva: En el siglo XIX, la función reproductiva estaba principalmente centrada en la familia, pero la industrialización y la socialización de la producción abrieron paso a la socialización de la reproducción. Las funciones de crianza y cuidado de los jóvenes pasaron de la familia a entidades externas como el Estado, la industria y los servicios de bienestar social.
Cambios en la familia y la educación: La escuela asumió muchas de las funciones formativas que antes realizaba la familia, incluida la enseñanza de habilidades, la moral y la educación sexual. La industria publicitaria y los medios de comunicación también influyeron en la socialización de la cultura.
Reformas y tribunales de menores: Se establecieron tribunales de menores como alternativa al sistema penal tradicional, tratando a los jóvenes delincuentes como víctimas en lugar de criminales. Estos tribunales tenían el objetivo de ayudar y reformar, pero también ampliaron la autoridad del Estado en la crianza de los niños, a menudo interviniendo en asuntos familiares y decisiones de los padres.
Educación de los padres: Hubo un esfuerzo por parte de los reformadores para educar a los padres y mejorar la crianza en el hogar. Sin embargo, esta educación a menudo se basaba en las últimas teorías profesionales y científicas, lo que a veces generaba contradicciones y tensiones entre las prácticas tradicionales y las nuevas recomendaciones.
Desafíos y contradicciones: Aunque se intentaba fortalecer la familia, las nuevas perspectivas profesionales y científicas a menudo cuestionaban la competencia de los padres y abogaban por una intervención más activa del Estado y otras entidades en la crianza de los niños.
El texto discute la evolución de las actitudes y enfoques hacia la crianza de los hijos a lo largo del tiempo. En las décadas de los treinta y cuarenta, se observa la difusión de enseñanzas progresistas y teorías freudianas, lo que llevó a la promoción de la "permisividad" en la crianza. Esta idea defendía la adaptación a las necesidades del niño, la eliminación de horarios estrictos y la promoción del amor y la libertad. Sin embargo, esta permisividad también generó una reacción que enfatizaba las necesidades y deseos de los padres, cuestionando la sobrevaloración de los derechos de los niños sobre los de los padres.
La crítica a la permisividad y a otros enfoques llevó a la adopción del dogma de la "autenticidad", donde se aconsejaba a los padres confiar en sus sentimientos y ser auténticos en su crianza. Este enfoque abogaba por la comunicación abierta de sentimientos y la eliminación de afirmaciones objetivas en la interacción con los niños.
El texto también explora cómo la "transferencia de funciones" ocurrida en la sociedad moderna afectó a la crianza. El trabajo y la educación se separaron de la vida familiar, lo que redujo la influencia de los padres en la enseñanza de habilidades y valores a sus hijos. La industrialización y la proliferación de expertos en crianza contribuyeron a la devaluación de la paternidad y a la pérdida de confianza de los padres en sus propias habilidades. La falta de identificación psicológica entre padres e hijos y la dependencia de expertos se convirtieron en desafíos importantes en la crianza moderna.
El autor se centra en la relación entre el narcisismo, la esquizofrenia y la dinámica familiar. Se argumenta que la actitud maternal narcisista, caracterizada por atenciones excesivas pero superficiales, puede tener efectos perjudiciales en los hijos al interferir con la formación saludable del Superyó. La ausencia del padre en la familia contemporánea y la abdicación de la autoridad paterna contribuyen a la creación de un Superyó severo y castigador en los hijos, basado en imágenes arcaicas y grandiosas, lo que puede resultar en rasgos de carácter narcisista. Se plantea que las transformaciones sociales y familiares han llevado a una alteración en la estructura del Superyó, fortaleciendo su componente agresivo y dictatorial. Esto se vincula con la búsqueda de satisfacción libidinal en una sociedad permisiva pero limitada en la expresión de la agresión, generando conflictos internos en los individuos y contribuyendo a la formación de patrones psicológicos asociados al narcisismo patológico.
El texto examina la relación entre la familia y otras formas de control social en la sociedad actual, donde se refuerzan patrones de autocomplacencia y consumo a través de la cultura masiva. La autoridad se presenta bajo una apariencia benévola, pero en realidad se delega y se mantiene indirectamente. En el ámbito laboral, se aplican enfoques terapéuticos para humanizar las relaciones, promoviendo una autoridad compartida y la participación. Aunque disminuye, la autoridad no desaparece, alterando cómo se ejerce el poder. Este enfoque suaviza la relación jerárquica pero no erradica la dominación, manteniendo una posición de control bajo una apariencia amigable. Las nociones tradicionales de culpa e inocencia disminuyen, y la conformidad con las convenciones diarias prevalece. En conjunto, se observa cómo los métodos terapéuticos transforman la dinámica de control social, sin eliminarla, en contextos familiares y laborales.
Se discute la evolución de las relaciones entre hombres y mujeres en el contexto de los cambios sociales y culturales. Se abordan temas como la desintegración de la relación marital, la liberación sexual, el declive de la caballerosidad, la promiscuidad, la desmitificación de la feminidad y la feminismo. Se menciona que la intensificación de la batalla de los sexos se debe a la transformación del capitalismo, la liberación sexual, la sobrecarga emocional en las relaciones íntimas y la reacción masculina ante el aumento de la mujer liberada. También se discute cómo las relaciones íntimas pueden colapsar debido a la falta de compromiso emocional y la nueva dinámica de la sexualidad contemporánea.
El texto aborda el tema del "compañerismo" y las relaciones personales entre hombres y mujeres. Se menciona que, debido a los riesgos emocionales involucrados, ambos sexos tienden a cultivar una superficialidad y desapego que afecta las relaciones. Antes, existía un antagonismo sexual que estaba atenuado por convenciones y una aceptación de las limitaciones del sexo opuesto, lo que evitaba que se convirtiera en una obsesión.
El feminismo y la ideología de la intimidad han desacreditado los estereotipos de género, pero han creado nuevas demandas en las relaciones. Las mujeres exigen más de los hombres y los detestan cuando no cumplen con esas demandas. La toma de conciencia promovida por el feminismo ha llevado a mujeres a no refugiarse en convenciones y a ver a los hombres como seres humanos, lo que dificulta perdonarlos cuando actúan mal.
El texto también habla de diferentes estrategias de acomodo que las personas adoptan para lidiar con las complejidades emocionales de las relaciones. Estas estrategias incluyen el separatismo sexual, el uso de drogas, vivir solos y la promiscuidad. Sin embargo, estas estrategias a menudo no resuelven los problemas emocionales subyacentes y pueden llevar a una evasión del compromiso emocional.
Se menciona que el feminismo ha estado tentado a acomodarse con el orden existente en lugar de perseguir sus objetivos originales. Las mujeres han abandonado sus conclusiones y programas, y estrategias como el separatismo sexual y el matriarcado han surgido como formas de evasión. El texto argumenta que estas estrategias no abordan las raíces de los problemas emocionales y relaciones difíciles.
En última instancia, se sugiere que las relaciones personales están cargadas de tensiones emocionales y que las estrategias de evasión y acomodo no resuelven eficazmente estos problemas. El texto cuestiona la relación entre sexo y sentimiento, y cómo las estrategias de evasión pueden dificultar la búsqueda de relaciones significativas y satisfactorias.
El texto aborda la idea de la castración de la fantasía masculina en relación con las emociones y la evasión de la fantasía en hombres y mujeres. Se discute cómo la evasión emocional no solo es una reacción defensiva ante desengaños amorosos, sino también una respuesta a la intensidad de los impulsos internos. Se menciona cómo los deseos instintivos son amenazas para el equilibrio psicológico y cómo en la sociedad actual se vuelven aún más amenazantes debido al colapso de las prohibiciones externas y la disminución de la autoridad interna.
Se explora la noción de que el temor a las necesidades internas y a las demandas de los demás impulsa a los hombres a alejarse de las relaciones emocionales intensas. Las demandas de las mujeres en las relaciones, como la satisfacción sexual y la ternura, despiertan un miedo profundo en los hombres debido a fantasías inconscientes de una madre posesiva, voraz y castradora. Estas fantasías pre-edípicas intensifican el temor y la aversión hacia la feminidad.
Se menciona cómo la literatura y la cultura han retratado a la mujer como voraz, dominante y castradora. Se discute cómo la impotencia masculina ha evolucionado y cómo el temor a la mujer y la ira hacia el sexo femenino están enraizados en estas fantasías. También se aborda el desafío del feminismo al socialismo y cómo la opresión de las mujeres no puede ser considerada como una forma inmutable de explotación. Se sugiere que la transformación de las actitudes sociales y las estructuras de personalidad podría conducir a una convivencia más alegre con las tensiones sexuales en la sociedad.
El texto aborda el temor a la vejez y la campaña contra la ancianidad en la sociedad contemporánea. Se mencionan dos enfoques para abordar el problema de la ancianidad: uno social, que busca mejorar la calidad de vida de los ancianos, y otro médico, que busca prolongar la vida y combatir los efectos del envejecimiento. Ambos enfoques comparten una aversión hacia la perspectiva del envejecimiento y la muerte.
Se explora cómo el temor a la vejez y la muerte se intensifica en una sociedad que carece de religión y muestra poco interés en la posteridad. Se menciona cómo la ancianidad se considera una imposición y cómo la posición social de los ancianos ha decaído en la sociedad moderna, lo que afecta su utilidad y contribuye a su sensación de inutilidad y marginalización.
El texto sugiere que este temor a la vejez tiene raíces psicológicas además de causas sociales y biológicas. Se conecta con la ascensión de la personalidad narcisista en la sociedad contemporánea, donde la falta de interés en el futuro y la reproducción desencadenan un pánico hacia la vejez y la muerte. El narcisista busca validación externa y cuando la juventud lo abandona, se siente desprovisto de recursos internos. Además, la disminución del interés en la posteridad socava la creencia en que las generaciones futuras continuarán con el legado, lo que intensifica el temor a la suplantación y la muerte.
El texto presenta varias perspectivas sobre el envejecimiento y la vejez. Se enfoca en dos enfoques principales: la "maduración" como obsolescencia planificada y la "prolongevidad" como teoría biológica del envejecimiento.
La teoría social del envejecimiento - la "maduración" como obsolescencia planificada:
El autor critica la visión positiva de la vejez que promueve la sociedad, argumentando que se trata de un intento de mejorar la imagen de los ancianos y alentarlos a reconocer sus achaques sin perder el entusiasmo por la vida. Alex Comfort, conocido por su propuesta de un estilo sexual más relajado, aboga por un cambio en la percepción de la vejez y busca trascender las categorías culturales convencionales. Se mencionan figuras como Masters y Johnson, quienes defienden enfoques humanitarios pero también han generado suspicacia. Gail Sheehy intenta destacar lo positivo de la vejez, pero esto podría anular su objetivo al no abordar las condiciones sociales que hacen que la gente la experimente como un desastre. La autora señala la importancia de considerar la sabiduría acumulada como valiosa para las generaciones futuras y critica la concepción instrumental del conocimiento que descarta las experiencias pasadas.
La "prolongevidad" - la teoría biológica del envejecimiento:
Se aborda la perspectiva que cree en el progreso médico para extender la expectativa de vida. Sin embargo, se menciona que los biólogos aún no se ponen de acuerdo sobre las causas del envejecimiento y proponen varias teorías contradictorias. Se critica la confianza en que la medicina resolverá el problema del envejecimiento a través de grandes avances científicos. Se argumenta que los defensores de esta perspectiva no consideran adecuadamente las implicaciones sociales y culturales de una vida prolongada y que esta mentalidad de prolongar la vida sin límites conlleva el riesgo de estancamiento y falta de interés en el futuro.
El autor cuestiona tanto la visión optimista de la vejez como la perspectiva de prolongar indefinidamente la vida, argumentando que ambas carecen de una comprensión profunda de las implicaciones culturales, sociales y psicológicas del envejecimiento y la longevidad.
El texto habla sobre la evolución del paternalismo en la sociedad, pasando del antiguo paternalismo de reyes y autoridades a un nuevo paternalismo surgido en la era moderna. Se menciona cómo el capitalismo destruyó la dependencia personal pero luego creó nuevas formas de dependencia bajo la cobertura de la racionalidad burocrática.
Se describe cómo el capitalismo evolucionó hacia una ideología de bienestar y autenticidad, fomentando una cultura narcisista y terapéutica. Se analiza la diferencia entre la antigua élite propietaria y la nueva élite gerencial y profesional en términos de crianza de los hijos, responsabilidad y actitud hacia la desigualdad.
Se expone la idea de que el progresismo y el nuevo paternalismo surgieron como respuestas a las tensiones sociales, pero no resolvieron los problemas fundamentales del sistema. Se plantea la crítica al sistema de bienestar y se sugiere que las soluciones propuestas dentro del marco capitalista no abordan la raíz de los problemas.
Se destaca la necesidad de repensar la relación entre expertos y padres, considerando la participación de los padres en los programas de bienestar, pero también se señala que las medidas actuales no cuestionan la hegemonía de los expertos y la burocracia en la sociedad moderna.
El texto aborda la relación entre la dependencia burocrática, el narcisismo y la evolución de la sociedad moderna. Se señala que el surgimiento de nuevas profesiones no fue una respuesta a necesidades sociales claras, sino que muchas veces inventaron esas necesidades para promover sus servicios. La dependencia de los servicios profesionales, la expansión de megacorporaciones y el Estado burocrático han erosionado la confianza en las habilidades individuales y han creado una forma de dependencia burocrática.
La justicia retributiva está siendo reemplazada por la justicia terapéutica, lo que resulta en una pérdida de responsabilidad moral y una perpetuación de la dependencia en la edad adulta. La crítica psiquiátrica del derecho y la terapia buscan reemplazar la autoridad impersonal con un enfoque más personal y terapéutico.
Se sostiene que el nuevo paternalismo no reemplaza la dependencia individual con la racionalidad burocrática, sino con una nueva forma de dependencia burocrática. La crítica conservadora de la burocracia se centra en la erosión de la autoridad y la creación de dependencia. Se discute cómo la sociedad capitalista moderna fomenta el narcisismo en individuos como una forma de contrarrestar la experiencia de la dependencia en la vida adulta.
Se argumenta que el narcisismo en la sociedad moderna tiene un doble significado: individuos con rasgos narcisistas juegan un papel destacado y alcanzan posiciones elevadas, y la sociedad misma fomenta el narcisismo en diferentes formas. Se menciona que la crítica conservadora de la burocracia a menudo no reconoce la relación entre los procesos burocráticos y el capitalismo monopólico.
El texto concluye sugiriendo que la lucha contra la burocracia implica una lucha más amplia contra el capitalismo, y que para romper la dependencia y restaurar la capacidad propia, los ciudadanos deben asumir la solución de sus problemas y crear nuevas comunidades de competencia. También se destaca la importancia de mantener la disciplina moral en la construcción de un orden nuevo y una sociedad más justa.
los cambios en la estructura de la autoridad cultural durante los años setenta en Estados Unidos llevaron a un aumento del ensimismamiento y el egoísmo en la sociedad. Lasch argumenta que factores como la influencia de la escuela, los medios y grupos de pares transformaron la personalidad, generando un tipo de narcisismo caracterizado por la desconexión del mundo exterior y la búsqueda de satisfacción personal. El autor destaca que este cambio va más allá de la simple atención excesiva a uno mismo, ya que implica una sensación de vacío interior y dificultad para establecer conexiones significativas. Lasch enfatiza que las preguntas sobre si seguimos siendo una sociedad narcisista en la nueva década son irrelevantes para el enfoque de su libro, que se centra en analizar las consecuencias psicológicas de los cambios culturales en la personalidad de las personas.
El autor explora la teoría del narcisismo primario y cómo ésta se relaciona con la búsqueda de un estado de éxtasis. Tras la publicación de "The Culture of Narcissism", continuó desarrollando esta teoría y notó que el concepto de narcisismo tenía implicaciones más amplias de lo que había pensado. La teoría distingue entre narcisismo primario y secundario, centrándose en la ilusión infantil de omnipotencia y la negación de la separación. Los gnósticos antiguos expresaban ideas similares al negar la realidad material y anhelar la unidad espiritual. El movimiento New Age también busca la unicidad y la negación de la realidad material. El autor sugiere que estas tendencias reflejan la ansiedad moderna por la separación y la dependencia, así como la búsqueda de consuelo en la tecnología, la espiritualidad y otras formas de negación de la realidad.