La psicología positivista es la que nos dice que la felicidad depende de uno mismo. Independientemente de las circunstancias que rodeen al individuo, este puede ser feliz si persigue su sueño, es trabajador, persistente, resiliente, esforzado, dedicado, sabe gestionar sus emociones, etc...
El neoliberalismo se ha apropiado de esta teoría porque encaja perfectamente con su ideología y las sociedades narcisistas, individualistas, del yo o como queramos llamarle. Sociedades en las que se prioriza el individuo y sus intereses por encima de la colectividad.
La psicología positivista ha desarrollado a su alrededor todo un mercado de hacer dinero por medio del coaching, de los libros de autoayuda, etc...
Esta concepción de la felicidad es tremendamente conservadora, porque lleva a las personas a la desmovilización social. Su sufrimiento no se debe a un reparto injusto del capital, sino su propio fracaso. Si queremos ser felices, no tenemos que cambiar la sociedad para que sea más justa, sino que tenemos que cambiarnos a nosotros mismos.
Las empresas utilizan esta ideología para revertir sobre el trabajador toda la responsabilidad de cualquiera de sus prácticas, incluidas aquellas que van en contra de los intereses de los trabajadores. La flexibilidad, los despidos, la identificación con la empresa, la autoevaluación continua, etc... son justificados con la psicología positiva.
La psicología positiva se base en tres pilares:
a) la autogestión: tú creas tu propia felicidad. Es como un trabajo que tienes que estar continuamente construyendo. La responsabilidad de la felicidad recae sobre ti.
b) la autenticidad: se supone que hay un yo autónomo con unos gustos y una forma de ser determinada y autónoma. Uno ha de comportarse y guiarse en la búsqueda de la felicidad de acuerdo con ese yo -en eso consiste ser auténtico-.
c) estrechamente relacionado con lo anterior, la persona tiene que crear su marca personal. Esta marca personal ha de ser vendida en el mercado y en la empresa.
En definitiva: esta psicología positivista, además de ser falsa, no solo crea hipocondríacos emocionales que se responsabilizan a sí mismos por su propia infelicidad, sino que es conservadora desde el momento en que crea personas conformistas que no culpan a la sociedad de su fracaso y, por tanto, no tratan de cambiar la sociedad a mejor.