Todas las sociedades tienen individuos que viven al margen del sistema. Estos son los que dan título al libro: outsiders.
El autor se pregunta qué lleva a un individuo a convertirse en un desviado, exponiéndose a las sanciones legales y sociales que ello supone. Frente a las teorías que lo achacaban a una desviación personal o a la enfermedad, Becker sostiene que es un grupo de individuos el que fija unas normas morales y de conducta y el que crea una categoría para aquellos que no se ajustan a ellas. Es la sociedad la que crea la categoría, no la persona la que, en una decisión individual y racional, decide comportarse al margen del sistema de reglas establecido. En este sentido, el autor insiste en que no es la motivación la que lleva a la conducta, sino al revés: un determinado comportamiento desviado de una persona es la que la arrastra a partir de ese momento. Esto no quiere decir que la persona no tenga responsabilidad alguna cuando toma una decisión que lo convierte en un desviado. Evidentemente, sabe que lo que va a hacer lo convierte, pero ha sido la creación de esa categoría la que lo posibilita.
La clasificación de un individuo dentro de la categoría solidifica a la persona dentro de él. Una vez uno se perciba a sí mismo como un ladrón, un homosexual, un drogadicto o cualquier otra conducta considerada desviada, la persona tiende a aprender unos modos de conducta de acuerdo con esa categoría -adopta el rol-.
Ser clasificado dentro de la categoría de desviado lleva a las personas a buscar justificaciones a su conducta, bien considerando desviados a las propias personas que han creado la norma, bien como el resultado de la falta de opciones, etc...
Ser clasificado como desviado estigmatiza a la persona, en el sentido que le daba Goffman: lo destruye como persona ante los demás. Un fumador de marihuana o un homosexual pueden, por ejemplo, desempeñar perfectamente el trabajo de oficina. Sin embargo, si sus compañeros de trabajo o su jefe se enteran de su condición desviada, probablemente serán despedidos, aunque esta condición no afecte en absoluto a su capacidad como trabajador.
Para que exista una conducta desviada, es necesario que una persona o grupo de personas identifique y sancione esa conducta. Estas personas son designadas por el autor como cruzados. Las motivaciones de los cruzados pueden ser muchas y muy variadas, pero, en general, tienden a hacerlo porque consideran que es bueno para la sociedad y para las personas. Becker pone como ejemplo aquellos que lucharon por prohibir el consumo de alcohol en EEUU a comienzos del siglo XX. Creían que una sociedad sin alcohol era mejor porque se evitaban muchos problemas de violencia, de familias desestructuradas, etc... Asimismo, estaban convencidos de que ayudaban a las personas que consumían alcohol porque, prohibiéndoselo, les evitaban ceder a su debilidad.
Becker diferencia entre valores y normas. Los valores es aquello que la sociedad considera que está bien o está mal. Con frecuencia, estos valores son ambiguos e, incluso, hay diferentes valores que chocan entre sí. Por ejemplo, el valor de la libertad individual puede chocar con la búsqueda de una salud óptima. Así, el consumo de alcohol o drogas se encuentra entre estos dos valores. La persona debe ser libre para hacer con su vida lo que le dé la gana, al tiempo que las drogas son malas para la salud -el ejemplo es mío, no de Becker-. Para solucionar estos problemas las sociedades crean normas, que son mucho más concretas y que nos dan a las pautas de conducta de acuerdo con las que tenemos que actuar. Estas normas están impulsadas por los cruzados y pueden tomar forma de leyes o simplemente de un acuerdo tácito entre las personas.
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