viernes, 27 de agosto de 2021

Eva Illouz: El consumo de la utopía romántica.

 El fin del amor: Una sociología de las relaciones negativas: 3104  (conocimiento) : Illouz, Eva, Mosconi, Lilia: Amazon.es: Libros



    La idea del amor romántico surge en el siglo XIX como justificación ideológica de la familia patriarcal. Se concibe el amor romántico como una suerte de comunitas, en el sentido que le da Victor Turner a este concepto (ver aquí). Hay una vida normal en las ciudades, con su trabajo, sus preocupaciones por la economía de las personas, etc... Esta vida normal está regida por los intereses económicos (por eso trabajamos, por eso nuestras relaciones sociales son como son, por eso vivimos como lo hacemos, etc...). El amor romántico escapa a estos valores porque se supone que va más allá de lo material. De acuerdo con la ideología del amor romántico, no establecemos relaciones sentimentales ni nos casamos por interés económico. En este sentido, el amor es un espacio liminal. Illouz habla más bien de liminoide, porque el amor romántico, aunque comparte muchas de las características de la experiencia religiosa, no alcanza su significado e intensidad. 

    El amor romántico casi sustituye a la experiencia religiosa. Es el que le da sentido a la vida. La concepción teológica del mundo y de la vida ha desaparecido. Ya no creemos en Dios y en la vida eterna, así que tenemos que darle sentido a nuestra vida siendo felices aquí y ahora. La experiencia romántica se erige como el modo para alcanzar esa felicidad y, por tanto, es el sentido de la vida. 

    En tanto que fenómeno liminal/liminoide, el amor romántico tiene que tener sus propios espacios al margen de la vida cotidiana. Así, la Naturaleza se convierte en su espacio privilegiado. La Naturaleza se asemeja a Dios y se opone al espacio de la vida prosaica, vulgar de la ciudad. 

    El capitalismo de consumo recoge toda esta ideología y la lleva a consumir y gastar. Las actividades vinculadas al amor implican consumir: viajar, cenas románticas en restaurantes caros, hoteles, hacer turismo, ir al cine, al teatro o la ópera, etc... Lo que en el siglo XIX eran visitas a la casa de la amada, hoy en día se ha convertido en una actividad de consumo.

    El amor romántico aparece vinculado a dos actividades propias del capitalismo de consumo: el lujo y el turismo. En cuanto al primero, durante los encuentros románticos, se hace un gasto conspicuo en comidas desproporcionadamente caras, en viajes y habitaciones de hotel que no pagaríamos de ninguna manera en otro contexto, etc... En cuanto al segundo, pagamos viajes y todo lo que ello implica porque se supone que viajando accedemos a espacios donde se viven las experiencias más intensas.

    Sin embargo, la mayoría de la gente no se embarca ni acepta incondicionalmente la ideología del amor romántico. Baudrillard decía que en el capitalismo de consumo, las personas no consumimos objetos, sino símbolos (ver aquí). La mayoría de los ciudadanos de las sociedades postmodernas somos conscientes de ello y por eso mantenemos una actitud cínica con respecto a las cosas y las personas. Sabemos que en el amor los medios de comunicación de masas y la publicidad nos venden una imagen, unos marcos conceptuales y unas conductas que aceptamos. Por eso la mayoría somos un tanto escépticos con respecto al amor romántico.

    En nuestra sociedad conviven dos ideas aparentemente contradictorias acerca del amor:

    a) el amor como una fuerza que nos arrebata y todo lo puede, por encima de los compromisos y los intereses económicos (esta es la idea típica del amor romántico).

    b) el amor racional, por el que entendemos que las relaciones sentimentales pueden ser un medio para ascender socialmente (esta es la concepción típica de los matrimonios pactados de sociedades primitivas). Paralelamente, esta idea del amor racional nos hace entender el amor en términos de una inversión capitalista: invertimos algo a cambio de algo. A cambio de involucrarnos en una relacionas con los sacrificios que ellos supone, esperamos una gratificación emocional: ser felices. Esto responde al individualismo e utilitarismo propios del capitalismo.

    Estas dos tendencias solucionan su aparente contradicción por medio del habitus -Illouz toma el término de Bourdieu-. Por medio del habitus aprendemos de quién nos tenemos que enamorar, que cualidades debe tener la persona (generalmente de clase social), etc... Entonces sentimos el amor romántico/pasión, pero determinado por el habitus. 


    

    


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