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La idea sobre la que gira este ensayo es que entender el cuerpo como capital erótico ha cambiado nuestras relaciones, y esto se conecta con los trastornos alimentarios.
El cuerpo comunica (transmite información sobre la persona). Pero para que un recurso se convierta en capital, debe integrarse en un mercado, es decir, tiene que haber un sistema de equivalencias simbólicas. Es necesario un patrón estable.
Para que el cuerpo signifique tiene que encarnar valores sociales (clases sociales) o morales/éticos.
Bourdieu distinguía tres tipos de capitales: el capital cultural (lo que una persona sabe), el social (las personas que conoce) y el económico (lo que posee). Estos tres capitales le sirven a las personas para moverse en sociedad y obtener cosas. Un capital puede utilizarse para obtener otro. Así por ejemplo, puede invertirse dinero (capital económico) para pagarse unos estudios (capital cultural).
A estos tres saberes Hakim añade el capital erótico. El capital erótico está compuesto por:
- belleza física,
- atractivo sexual,
- capacidad de atraer a los demás por nuestro don de gentes,
-vitalidad, tono corporal y buena forma física,
- inversión en ropa y abalorios,
- habilidad sexual,
- fertilidad.
Como sucedía con los otros tres capitales de Bourdieu, el capital erótico puede utilizarse para obtener los otros.
La diferencia estriba en que el capital erótico tiene un componente biológico, no adquirido.
Moreno Pestaña se hace eco de las críticas al modelo de Hakim y, aunque no abandona el concepto de capital erótico, lo subsume dentro del capital cultural, ya que, aunque tenga cierto porcentaje biológico, el capital erótico se incorpora por medio del habitus: en el seno de la familia se aprende un estilo de vida, qué comer y qué no, a hacer deporte, etc...
El autor vincula el capital erótico con la clase social. Es más frecuente que las clases altas se preocupen por la dieta, por hacer deporte, etc...
Moreno Pestaña se hace eco de las críticas al modelo de Hakim y, aunque no abandona el concepto de capital erótico, lo subsume dentro del capital cultural, ya que, aunque tenga cierto porcentaje biológico, el capital erótico se incorpora por medio del habitus: en el seno de la familia se aprende un estilo de vida, qué comer y qué no, a hacer deporte, etc...
El autor vincula el capital erótico con la clase social. Es más frecuente que las clases altas se preocupen por la dieta, por hacer deporte, etc...
Para los griegos, ni la morfología del cuerpo, ni la ropa denotaban clase social. Existían clases sociales, pero se encarnaban (Osborne).
El mundo feudal pensaba en un conjunto de cuerpos escalonados hacia el cielo y esa jerarquía se inscribía en cada rincón del cuerpo. En este, el alma salva todo cuanto no es terrenal y aquello que esta no informa, las partes bajas del cuerpo, se avecinan con lo satánico. En el orden burgués el cuerpo expresa la belleza del alma. El orden feudal piensa en un alma que, participando en lo divino, informa el cuerpo, pero sólo aquellos signos del cuerpo que se avienen con la jerarquía divina se consideran bellos, ya que la corrupción terrestre se mide por su distancia graduada con el orden celeste.
Poco a poco, durante los siglos XVIII y XIX con los cosméticos el cuerpo empieza a encarnar valores sociales. En este momento es cuando, según Bourdieu, el capital corporal se integra en el capital cultural. En Europa ligado al aire decadente de la bohemia, en EEUU al nutricionismo y legitimado por la salud.
La delgadez como belleza en la juventud se extiende a finales del siglo XIX. Es un proceso muy lento
Hay una tendencia a asociar urbano a delgado y rural a gordura.
La legitimación sanitaria de la medicina tiene lugar a principios del siglo XX, cuando la obesidad deja de considerarse hereditaria y se asocia belleza y salud.
Bajo esta asociación cuerpo/medicina/salud hay un componente social:
Por tanto, desde tales perspectivas, la estigmatización médica de la gordura resulta, siempre desde el punto de vista de la salud, arbitraria. Como en la Grecia hipocrática, muchos especialistas cuestionan la posibilidad de acometer una batalla contra la biología (Lyons, 2009). Los arquetipos de sobrepeso y obesidad, desde esa perspectiva, proceden de estereotipos nacidos en las obsesiones de clase media occidental. Tras los mentados estereotipos, subyace un intento de encarnar la desigualdad social: en Estados Unidos, por ejemplo, los gordos, los pobres, los afroamericanos y latinos denotarían, con su complexión, sus fallas morales (Oliver, 2006: 5-11).
(...)
En tercer lugar, esa educación tiene un sesgo de género, evidentemente. En el hombre la delgadez no se identifica con la belleza –lo hará más tarde: ahora, en nuestro tiempo–, sino con la responsabilidad: el gordo, entre los
trabajadores del terciario, se identifica con ser un perdedor, alguien poco fiable. La encarnación moral, relativamente separada del aspecto estético, resultará máxima en la denigración de la corpulencia masculina.
trabajadores del terciario, se identifica con ser un perdedor, alguien poco fiable. La encarnación moral, relativamente separada del aspecto estético, resultará máxima en la denigración de la corpulencia masculina.
Para que el cuerpo funcione como capital tiene que haber un consenso en torno a la belleza (nosotros tenemos prototipos bastante estables como, por ejemplo, la delgadez) y que en el cuerpo haya una dimensión moral (cuidado de sí, moderación, autocontrol...).
Relación entre cuerpo y neoliberalismo: la gente invierte en sus cuerpos porque espera obtener beneficios afectivos, sociales o sexuales a cambio.
Las inversiones en diferentes capitales pueden entrar conflicto. Por ejemplo, tomar unas cervezas con tu jefe pueden hacerte engordar (pierdes capital erótico) pero creces en el capital social.
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