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Paul va a Quebec con su mujer y su hijo para pasar unas vacaciones con su familia política. Poco después, se entera de que su suegro tiene cáncer y Rabagliati nos cuenta la historia de cómo se muere este hombre y el modo en que los familiares se enfrentan a esta situación.
Me gusta. Mucho. Aparentemente, casi no cuenta nada. No hay intriga, solo la cotidianeidad de una familia que se enfrenta a un pérdida. No hacen nada especial. Se limitan a repetir lo que todos hacemos ante un situación así. Y, sin embargo, Rabagliati, con esa facilidad de observación que tiene, consigue encontrar lirismo en los detalles cotidianos, en las anécdotas aparentemente anodinas.
Paul en Quebec es casi un tratado de sociología, del modo en que las sociedades modernas occidentales afrontamos la muerte. Pero sin estridencias ni críticas. Con un tono menor, es como si nos hubiesen puesto un espejo delante de nosotros mismos. No hay drama, no hay sentimentalismo, ni nada de lo que nos tienen acostumbrados los escritores cuando tratan estos temas. Solo la crónica de la muerte de un anciano cualquiera de una familia cualquiera. Pero tan bien contado que puedes leer el cómic de un tirón.
Este cómic está dirigido a un público de cierta edad, a esas personas que estamos entre los cuarenta y los sesenta, que ya tenemos nuestras vidas asentadas y que nos enfrentamos a la vejez y la muerte de nuestros padres. No sé si alguien de veintipocos años se sentirá identificado con este tema. Sospecho que no, porque lo que plantea le queda alejado en el tiempo. Pero a mí me ha tocado de cerca.
9 sobre 10.
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