Inspirados por los avances de la revolución científica liderada por figuras intelectuales como Galileo Galilei, William Harvey, Nicolás Copérnico, Isaac Newton, Johannes Kepler y Robert Boyle, filósofos de los siglos XVII y XVIII, como John Locke, George Berkeley y David Hume, desarrollaron una corriente de pensamiento que sostiene que todo nuestro conocimiento, sin excepción, tiene su origen en la experiencia sensible.
En esta perspectiva, son nuestros sentidos los que nos proporcionan la información que da forma a nuestro pensamiento. Como afirmó Locke, nuestra mente es como una "tabula rasa", es decir, una pizarra en blanco. En contraste con el racionalismo de filósofos como René Descartes o Gottfried Leibniz, quienes sostenían que la razón también es una fuente de conocimiento, respaldada por la existencia de ideas innatas, los empiristas adoptaron un escepticismo que sostiene que solo podemos conocer a través de los sentidos. Debido a la naturaleza imperfecta y falible de estos, nuestro conocimiento del mundo también es, necesariamente, falible e imperfecto.
Para desarrollar un conjunto de conocimientos más elaborado a partir de estas observaciones directas, es necesario emplear la inducción o el razonamiento inductivo, es decir, hacer generalizaciones a partir de casos específicos. Por lo tanto, este tipo de conocimiento también se denomina conocimiento empírico indirecto.
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