miércoles, 11 de octubre de 2017

7.2. El currículum oculto.

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     Sería muy ingenuo pensar que lo único que se aprende en la escuela es el contenido o las estrategias cognitivas derivadas de las distintas materias. De hecho, los alumnos olvidan la inmensa mayoría de esos saberes en un periodo de tiempo bastante breve. Los chicos memorizan una serie de contenidos que repiten de forma vicaria en un examen y no vuelven a pensar en ellos, por lo que apenas si les dejan rastro. Yo, por ejemplo, no recuerdo prácticamente nada de lo que aprendí de física o biología. Tras quince años en el sistema educativo español, con todas aquellas asignaturas, planes de estudio, exámenes, etc... lo único que se fijó en mí fueron unos conocimientos muy básicos de matemáticas, unos rudimentos de física, química y biología, algo de geografía y la capacidad de leer y escribir. Lo que ahora sé de historia, arte, literatura, filosofía y antropología lo aprendí por mi cuenta, al margen del sistema de educación secundaria reglada. Con esto no quiero decir que la educación y la escuela no sirvan para nada. Ni mucho menos. La capacidad para leer y entender críticamente textos es un saber fundamental sin el que difícilmente pueden construirse saberes posteriores. La adquisición de estrategias cognitivas básicas es, en mi opinión, la función principal de la escuela. Si se me permite la metáfora, la educación y la escuela deben ser los encargados de crear los cimientos para que luego la persona pueda construir sus propios saberes en función de sus intereses. 

    Sea como sea, autores como Bowles, Gintis, Althusser, Baudelot o Establet han puesto de relieve que en la escuela se aprende muchísimo más que matemáticas o lengua. Es lo que se conoce como currículum oculto. 

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    En concreto, Bowles y Gintis denunciaron la "teoría de la correspondencia". De acuerdo con estos dos autores, en la escuela se bombardea a los alumnos con una inmensa cantidad de información subliminal que promueve y legitima el reparto de poder y las relaciones sociales propias de la sociedad capitalista. Se les satura hasta tal punto que no se cuestionan las regularidades políticas y económicas que inundan la vida cotidiana hasta convertirse en lugar común y en sentido común. En otras palabras, el sistema educativo forma a los alumnos para que de forma inconsciente acepten el sistema capitalista como algo natural y evidente. 

    Diferentes autores han puesto de relieve actuaciones concretas en este sentido:

    Por medio de currículum oculto la escuela reproduce exactamente las relaciones sociales que se dan en las empresas- Ambas se basan en un sistema jerárquico de autoridad. En la empresa hay unos jefes, debajo de ellos unos directivos, luego unos jefes de zona o capataces y abajo de todo los trabajadores. En la escuela, en la cúspide de la jerarquía, están las autoridades políticas en cuestiones de educación, luego los inspectores, a continuación el director, los jefes de departamento, los profesores y en la parte más baja los alumnos. La relación entre estos niveles de jerarquía es de sumisión. Todos están obligados a obedecer a aquellos que estén por encima en el escalafón. Por eso es tan importante la disciplina en la escuela, que convierte a los estudiantes en personas dóciles que acatan normas y órdenes con naturalidad. Se inculca de este modo en los alumnos el valor de la jerarquía, la disciplina y la sumisión a la autoridad.

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     La clase es una acción dramática que contribuye a crear alumnos sumisos ahora, adultos dóciles en el futuro. La figura del profesor y los atributos simbólicos de la autoridad es fundamental en esta acción dramática. El profesor se coloca frente a los alumnos, en un espacio en el que convergen todas las miradas, con un espacio entre él y los alumnos, lo que lo dota de estatus y lo diferencia de ellos. Y, al mismo tiempo, goza de libertad de palabra -puede hablar cuando le dé la gana sin pedir permiso a nadie-, mientras que los alumnos no.

     Los saberes y métodos son pasivos y repetitivos, como los que se espera que tenga un empleado. Incluso el comportamiento ideal del alumno es la sumisión, la ausencia de queja, el aceptar las tareas que se le proponen y realizarlas sin rechistar. Cualquier comportamiento contestatario es severamente reprimido por un procedimiento disciplinario, ya sean partes, expulsiones, castigos o expedientes.


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     El aula funciona exactamente igual que una empresa. Hay un jefe -los profesores- que damos órdenes a nuestra plantilla de trabajadores -los alumnos- para que lleven a cabo una tarea -el negocio-. La clase debe estar más o menos unida y, con frecuencia, les mandamos trabajos en grupo, para que vayan aprendiendo el trabajo colectivo de la empresa. Pero tampoco hay que pasarse. Alimentar demasiado el sentimiento de pertenencia a una comunidad podría ser subversivo, medio comunista, así que también se fomenta la iniciativa personal, el destacar por encima de los demás.

     Esta último nos lleva a la idea de competitividad, ese mantra capitalista del que se supone que surge lo mejor del ser humano, se fomenta por medio del sistema de calificaciones. Los alumnos pueden -y lo hacen- compararse entre ellos por medio de una prueba objetiva que establece quién es mejor que quién. Además, esta competición en las calificaciones se estimula haciendo depender el acceso a los mejores estudios de las calificaciones de los alumnos. Aquellos con buenas notas, acceden a las carreras más deseadas. Los que obtienen malos resultados, no acceden a estudios superiores y, por ende, suelen tener trabajos peor remunerados en el futuro. Los alumnos son conscientes de ello y por eso se esfuerzan en ser mejores unos que otros. 


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Selectividad. La quintaesencia de la competitividad.
   

    Tanto en la empresa/trabajo capitalista como en la escuela el individuo no tiene control sobre su trabajo. En la empresa, el trabajador no decide qué produce, del mismo modo que el estudiante no escoge qué estudia -evidentemente, hay un poco de margen. A los alumnos les dejamos escoger entre ciencias y letras, pero el margen es muy estrecho. Está muy claro qué es el conocimiento académico y los estudiantes no pintan nada a la hora de decidir cómo van a ser los currículos-. 

    La empresa capitalista incentiva a los trabajadores mediente un sueldo, del mismo modo que la escuela incentiva a los estudiantes con calificaciones. Tanto el dinero del sueldo como las calificaciones posteriormente pueden ser transformados en por cosas que se deseen. En el caso de los estudiantes, con frecuencia los padres felicitan y regalan cosas a sus hijos por sacar buenas notas. De este modo se inculca a los alumnos el valor de la productividad.

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    Si los alumnos no escogen qué estudiar en función de sus intereses y si se les premia por cumplir con un trabajo enajenado, se inculca la idea de que la finalidad del trabajo no es la satisfacción personal por hacer algo que a uno le interese o le guste, sino obtener un beneficio de él. 

    Se desarrolla en los alumnos una identidad de clase y las formas de comportamiento asociadas a los empleos que suelen desempeñar cada clase social. Así por ejemplo, los
alumnos de clases más desfavorecidas, que no llegan casi nunca a estudios superiores, aprenden a obedecer y actuar según las normas. Por el contrario, los ricos, que suelen cursar estudios superiores, aprenden en estos estudios el sentido de autonomía indispensable para el  desempeño  de tareas de dirección  y control.

     El hecho de que se permita y hasta se fomenten por parte de los profesores que haya huelga de alumnos es una prueba de que la huelga como forma de protesta le interesa al poder. Las huelgas realmente no no afectan al sistema, más allá de perder lago de dinero un día, porque el trabajo perdido se acaba compensando a lo largo del año. Si se canaliza el descontento de los dominados a través de la huelga, se hace a través de un medio que realmente no afecta al poder. Enseñando a los alumnos que cuando algo no les gusta hay que ir a la huelga, el poder se asegura en el futuro formas de protesta inofensivas. Esto se ve reforzado por el hecho de que muchas veces los alumnos van a la huelga por cosas que realmente carecen de importancia -con esto no me refiero a la última reforma educativa-. Y así se les transmite la idea de que, en el fondo, a la huelga se se va por cosas que no importan mucho y que las huelgas al finan son para no ir a clase o no trabajar, pero en ningún caso son nada serio.


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2 comentarios:

  1. Interesante artículo. Para mí, lo único que se tendría que fomentar en clase es la curiosidad. Si no se consigue despertar o alimentar en el alumno la capacidad de fascinación ante todo el conocimiento adquirido por la Humanidad, la cosa está fastidiada. En mi experiencia como alumno, era muy evidente cuando el profesor mostraba su asignatura con entusiasmo, a cuando se dedicaba simplemente a esquematizar un tema.
    De todas formas, me parece que tras tanta reforma educativa y dinero invertido, no veo gran diferencia entre las nuevas generaciones y la mía que estudió en los ochenta. Es más, creo que la capacidad lectora, de razonamiento, de crítica y de comprensión está en retroceso. En mi opinión, claro. Saludos!!

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  2. Considero que nada de lo que ocurre en el sistema educativo es casual. Cómo dominas un rebaño educado? Despertemos ante este poderío económico que todo lo maneja. Usemos las energías sustentables, eduquemos en el discernimiento a nuestros niños y jóvenes, seamos una comunidad y no un conjunto de individuos solamente. Me gustó el artículo. Gracias y bendiciones.

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