Tener hijos y criarlos es una de las finalidades de la familia occidental tradicional. Como sucedía con la idea de amor romántico, TODO ESTÁ MONTADO PARA LOS HIJOS. Hay cuentos y películas por todos lados en los que la familia feliz tiene un par de hijos rubios guapos y estupendos -a veces también un golden retriever-. La presión social para tener hijos es bestial. No solo las madres y las suegras que se mueren de ganas de tener un nieto, sino toda la sociedad. Hay pandillas de padres y madres y, si a alguien se le ocurre decir que no le gustan nada los niños, le miran como si fuese el señor Scrooge de Cuento de Navidad. Hace tiempo yo escribí un artículo en el que le explicaba a mi amiga Uxía por qué me cargan las madres (aquí) y hubo gente que se ofendió muchísimo. Cuando la gente me pregunta si tengo hijos y contesto que no, ponen cara de pena. Yo les explico que Ana y yo no tenemos hijos porque no nos da la gana, y sonríen y cambian de tema pensando qu mi problema es que soy un amargado. No lo sé. Tal vez lo sea. Pero lo que trato de poner de relieve es el modo en que la sociedad vincula la familia, los hijos y el modelo de felicidad. A mí no se me ocurre cómo uno puede ser feliz sin dormir durante varios años, aguantando preguntas tontas sin parar hasta los diez, sin que ese hijo que tanto quieres te haga ni puto caso durante la adolescencia, y gastándote un montón de dinero en él para que luego te meta en un asilo. Pero el caso es que por todos lados se respira esa idea de que los hijos son la llave de la felicidad. No lo sé.
En este artículo, más que centrarme en las estrategias que tiene la sociedad para convertir el vínculo entre matrimonio e hijos en una representación colectiva -eso podéis deducirlo vosotras con solo pararos a pensar un poco-, quisiera reflexionar acerca de la relación entre padres e hijos.
Los niños tienen el derecho a que los criemos. Hay que cubrir todas sus necesidades vitales, incluida las de afecto. Esto supone un trabajo inmenso: no dormir porque llora, llevarlo al médico, regañarle cuando hace cosas mal, gastarse mucho dinero en ropa y comida y el teléfono móvil, tener una habitación en casa para él, llevarlo a balonmano, fútbol o a lo que juegue el fin de semana, y un sinfín de cosas que me canso solo de pensar. Esta cantidad ingente de trabajo y gasto es una de las causas por las que en occidente cada vez se tienen menos hijos. Con todos esos cuidados, responsabilidades y gastos, una familia numerosa es casi impensable.
A cambio, los niños tienen que obedecer a los padres, mostrarles respeto y hacerse cargo de ellos cuando sean viejos y no puedan valerse por sí mismos. Asimismo, y esto no se suele reconocer, los hijos aportan al matrimonio una razón de ser y el sentido de la vida. La existencia del matrimonio gira en torno a la crianza de los hijos y de ahí que, cuando estos se emancipan, surja eso que llaman "síndrome del nido vacío", que es una suerte de depresión que pasan los padres cuando el niño se va y ya no saben qué hacer con su tiempo, porque se han acostumbrado a dedicárselo íntegramente a él.
Por supuesto, esta relación es totalmente cultural.
- En las sociedades agrarias tradicionales los hijos son mano de obra. Cuantos más se tengan, mejor. De derecho a la crianza nada de nada.
- En los kibbutz judíos, los hijos pertenecían a la comunidad.
- Entre los esquimales y creo que algunas tribus de indios norteamericanos, los viejos no tenían derecho a que sus hijos los cuidasen. De hecho, cuando ya no podían trabajar y se convertían en una carga para la tribu, se iban solos al bosque a morir de frío o que se los comiesen los lobos.
- En muchas culturas se da el avunculado. El avunculado es la costumbre de que el hermano de la madre sea el que tenga los derechos y obligaciones sobre el hijo de su hermana y no el padre biológico del niño.
Diagrama que representa el avunculado. |
- Etc.
Y después de leer este artículo en el que he abandonado la distancia objetiva del científico y he dejado traslucir algunas ideas personales, espero que en clase haya mucho debate, porque, aunque yo no lo entienda, algo tendrá la maternidad. Si no fuese así, nos habríamos extinguido. No sé si es un instinto, una necesidad o satisfacción vital, pero lo que está claro es que hay algo natural, universal e inherente al ser humano que nos lleva a tener hijos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario