jueves, 15 de septiembre de 2016

4.3.2. El amor.

    Si yo os preguntase con quién vais a casaros cuando seáis mayores, todas contestaríais "con el chico al que ame". Si yo insistiese un poco en el tema y os plantease otra alternativa como, por ejemplo, contraer matrimonio con un señor por el que no sentís ningún apego emocional, pero que tiene mucho dinero, todas os negaríais rotundamente y más de una torcería el gesto. Lo mismo haríais si os sugiriese casaros con un chico que apenas conocéis, pero que es hijo de unos amigos de vuestros padres, o con un tipo que posee unas veigas muy bonitas, pegadas a las de vuestras abuelas y que juntas harían un buen terreno de labranza. ¿Por qué? Hace un par de artículos os di varios ejemplos de personas a las que esta concepción del matrimonio hace profundamente infelices -adolescentes que no ligan, matrimonios que no cumplen las expectativas, solteros entrados en años, etc...-. Además, uno puede casarse con la persona a la que ama y ser muy desgraciado. Los dos se quieren mucho pero, sencillamente, el matrimonio no funciona. 
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Matrimonio concertado en La India.
    Esto de que el matrimonio está basado en el amor es una cuestión, como casi todas, cultural. Hasta me atrevería a decir que es relativamente raro. Hay muchas culturas en las que no es así. En La India, por ejemplo, aún es frecuente que los padres pacten los matrimonios. Ya os he hablado del ensayo de Stone donde explica que en Europa, antes del siglo XVIII, la familia no era el lugar del refugio emocional. Se vinculaban emocionalmente con personas fuera de la familia. El sexo dentro del matrimonio era para tener hijos y por cuestiones económicas. El amor pasional se consideraba una enfermedad (Tristán e Isolda, Petrarca, etc...). No es hasta mediados del S. XVII que se avanza hacia la idea que tenemos hoy en día del matrimonio: importancia del amor, los lazos emocionales, se glorifica el sexo dentro del matrimonda una peripecia muy curiosa: Hay una chica guapa pero humilde en el pueblo. Llega un tipo poderoso que la desea y la acaba violando. Eio y no fuera, la familia orientada al consumo, etc. En las obras de teatro de Lope de Vega con mucha frecuencia se sto supone un problema serio, porque la chica no está casada y la ha deshonrado. Ahora no habrá hombre que la quiera. Las obras de Lope son comedias, así que tienen que acabar bien. Hay que solucionar el problema de la violación. Y tampoco es cosa de recurrir a una venganza sangrienta, así que la solución es bien fácil: el violador rico se casa con la chica humilde y todos contentos. Final feliz en el siglo XVII. 

    Para explicar por qué os horroriza el final de las comedias de Lope es muy útil el concepto de Durkheim de representación colectiva. Según este sociólogo, todas las culturas imponen a sus miembros una serie de ideas que todos consideran evidentes más allá de toda duda. Son ideas que todos compartimos y que pensamos que son lógicas y naturales. Es, por así decirlo, la forma de pensar colectiva. Os pongo varios ejemplos:

    a) la salud es deseable. 

    b) violar y matar está mal. 

    c) la democracia es el mejor de los sistemas o, al menos, el menos malo. 

    En nuestra cultura todos creemos que estar sano es algo bueno y nadie en su sano juicio preferiría los padecimientos de la enfermedad a una salud de hierro. Lo mismo sucede con la violación y el crimen. ¿Quién diría que está bien que una pandilla de colegas varones se junten, vayan al pueblo vecino, maten a palos a los hombres y se lleven a sus mujeres como esclavas sexuales? ¿Y qué decir de lo de la democracia? Salvo algún que otro nostálgico del franquismo y cuatro skinheads, nadie piensa que se viva mejor bajo la bota de una dictadura que en democracia, por muchos defectos que esta tenga. Todos estamos de acuerdo en estas tres cosas que nos parecen obvias, más allá de toda discusión. Sin embargo, siento decir que son representaciones colectivas, ideas que nuestra cultura hace pasar por naturales, pero que en absoluto lo son. En ciertos grupos religiosos medievales la enfermedad era algo deseable porque consideraban que los acercaban a Dios; entre los yanomami, la guerra y la violación son una constante; y hay decenas de ejemplos históricos, muchos de ellos no tan alejados en el tiempo, que demuestran que una población puede preferir una dictadura a la democracia. Esto no quiere decir que yo desee que vuelva Franco, que me parezca bien el asesinato y violar mujeres y que me guste estar enfermo. En absoluto. Solo digo que estas tres ideas que consideramos evidentes más allá de toda duda, no lo están. Las percibimos así porque nuestra sociedad nos ha educado para ello, pero no tendría por qué ser así. Con todo esto lo que quiero decir es que las sociedades determinan nuestra forma de pensar sin que nosotros nos demos cuenta. Pensamos que tomamos decisiones libremente cuando en realidad no lo hacemos en absoluto. Cuando Sheila, dentro de unos años, se case con ese chico tan guapo y tan formal que conocerá en la universidad, ella estará convencida de que lo ha escogido a él como marido y no a otro por sí misma, sin estar condicionada por sus padres ni por nadie más allá de cualquier influencia en ejercicio de una libertad plena. Pero no es así. Sheila habrá decidido casarse con ese chico porque le hemos enseñado que tiene que casarse con el hombre al que ama y no con otro. 


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    Ahora viene la gran pregunta: ¿cómo consigue nuestra sociedad convertir el matrimonio basado en el amor en una representación colectiva? La respuesta es bien sencilla: 

             TODO ESTÁ MONTADO PARA EL AMOR.

    Pero todo es todo. Como no tenemos espacio ni tiempo para agotar la totalidad, recojo algunos ejemplos.

     1) La sanción moral de resto de la sociedad. Sois adolescentes y sabéis lo mucho que importa lo que los demás piensen de nosotros. Podría ponerme ahora políticamente correcto y decir que lo que de verdad importa es lo que uno piense de sí mismo y bla, bla, bla... pero todos sabemos que es mentira. Es una mierda, pero es así. Nos importa lo que los demás piensen de nosotros, y mucho. No me refiero a los desconocidos, sino a la gente que apreciáis y queréis. Imagináos a vosotras mismas contándole a vuestros padres, abuelos y amigos que habéis decidido casaros con Menganito, que no os gusta nada, porque tiene un pastón y vais a poder pasaros el resto de vuestra vida tiradas a la bartola. 
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¿Qué opináis de este matrimonio?

      La sanción moral de los demás es importante, pero no es la más porque, a fin de cuentas, es algo consciente. Dejamos de hacer tal o cual cosa por miedo a lo que los demás opinen, pero alguien con una personalidad muy marcada podría sobreponerse a eso. Lo que de verdad funciona es el inconsciente. Que la gente esté convencida de que su forma de ver la vida es la mejor.

     2) Aunque parezca increíble, la literatura y la televisión ejercen una influencia brutal en nuestra forma de entender el mundo y comportarnos. Pensad en la cantidad de películas en las que, tras una serie de aventuras, los dos protagonistas se casan. Pasan las de Caín, sufren, hay persecuciones, explosiones, peleas y, al final, como premio por haber superado todas esas aventuras, los dos protagonistas se enrollan y nos dejan intuir que comienzan un matrimonio para toda la vida. Lo mismo sucede en los cuentos tradicionales. Blancanieves, Cenicienta y todos esos que terminan con la parejita y el "fueron felices y comieron perdices". Y ya está. Te lo has ganado. Ahora ya solo tienes que ser feliz con tu mujer/marido. Has conseguido una familia amorosa, el paraíso en la tierra. Por supuesto no nos cuentan nada de lo que viene después de la noche de bodas. No te hablan de las inevitables discusiones, de que probablemente habrá momentos en que desees a otro, de verle haciendo sus necesidades en el baño, etc... No te hablan de nada de eso porque de lo que se trata es de transmitir la idea de que el matrimonio por amor es el objetivo deseable para cualquiera. 

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Esto es lo que viene después.

    3) La publicidad. Una forma de vender un producto es asociarlo a una sensación positiva. Pensad en la cantidad de anuncios que para colocarte su producto, aunque no tenga que ver ni remotamente con la familia, utilizan una parejita enamorada feliz como reclamo.

    4) Vuestros fines de semana. No digo que sea la única finalidad, pero una de las razones por las que los jóvenes salís de noche es para conocer gente y enamoraros. A mí las discotecas siempre me han parecido un mercado de carne. La gente bebe alcohol para desinhibirse y bailotean exhibiendo su cuerpo para atraer posibles compañeros sexuales y sentimentales -de hecho hay muchas semejanzas entre la danza y los ritos de apareamiento animal-. La luz está baja para disimular algunos defectillos físicos que pudiesen echar para atrás al posible compañero y nos emperifollamos para ofrecer una imagen lo más atractiva de nosotros mismos. Alguna de vosotras, que no quiera reconocer que busca pareja en la noche, aducirá que ella sale para estar con sus amigas, porque le gusta bailar o porque le gusta colocarse un poco. No niego que le gusten estas cosas, pero perfectamente podía hacerlo sin necesidad de ponerlas en relación con el ligoteo. Esa chica tan pudorosa que se niega a reconocer que busca novio podría perfectamente bailar en el salón de su casa, emborracharse un poco viendo la televisión o quedar con sus amigas en el paseo marítimo. Pero no. Lo hace en una discoteca porque, además de todo eso que le gusta hacer, a lo mejor pilla cacho. Y que quede claro que no me parece mal en absoluto que lo haga. Es de lo más normal y sano.


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Lo que yo os diga.

     Podríamos seguir con un montón de situaciones y costumbres en las que se evidencia que todo está montado para el amor. Pero creo que con estas cuatro queda claro y el artículo ya está quedando demasiado largo. 
  


     
      

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