martes, 29 de enero de 2019

Redes sociales y el panóptico moderno.


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   Una alumna me dijo en clase: 

   - Instagram es el confesionario moderno. 

   Y esto me hizo pensar. 

   No. Instagram no es el confesionario moderno. Instagram es el panóptico moderno. 

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Castigo público medieval
   Foucault, en Vigiligar y castigar, utiliza el panóptico de Jeremy Bentham como ejemplo de la la transformación de una civilización del espectáculo en una civilización de la vigilancia. Resumiendo mucho, Foucault dice que la sociedad moderna se diferencia de la tradicional en el modo de castigar. La sociedad medieval experimentaba el castigo como un espectáculo. Se castigaba la plaza pública torturando horriblemente al condenado para que sirviese de ejemplo y que a nadie se le ocurriese saltarse la ley. Por el contrario, la sociedad contemporánea se preocupa por curar y corregir las conductas desviadas. Para ello, no hay nada más eficaz que el panóptico. En las cárceles por las que suspiraba Bentham, los reos podían ser observados en todo momento, sin que ellos viesen qué sucedía desde el exterior. De ahí, por ejemplo, las ventanitas que tienen las puertas de las celdas que vemos en las películas. Sabiendo que en cualquier momento puede ser observado, el reo se comporta como estuviese siendo vigilado el 100% del tiempo. No sabes cuándo te están mirando, así que te cortas de hacer cualquier cosa inadecuada. Es una forma de corregir la conducta, ya que la persona se acaba autovigilando. Focault sostiene que este modelo carcelario se extendió a fábricas, escuelas, cuarteles, hospitales y, en general, a toda la sociedad. De ahí que vivamos en la sociedad de la vigilancia, nos autovigilemos y adaptemos nuestros comportamientos al modelo social establecido. 

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Panóptico

    Foucault tiene razón. Pero Focault no llegó a conocer las redes sociales. 

   Facebook o Instagram no nos vigilan, o, al menos, no sentimos una ventana abierta a nuestra intimidad desde la que el poder puede observarnos. Sin embargo, las redes ejercen poder de control sobre nosotros tan efectivo como el panóptico de Bentham. Por propia iniciativa, las personas volcamos toda nuestra vida en las redes. Hoy en día no es la mirada externa del poder cohercitivo la que toma la iniciativa de vigilarnos, sino que somos nosotros mismos los que voluntariamente exponemos nuestra intimidad: qué hacemos, con quién estamos, qué nos gusta...

  Lo que subimos a Instagram o Facebook en la inmensa mayoría de los casos es una versión idealizada de nuestras vidas. De hecho, Instagram consiste exactamente en coger nuestra intimidad y exhibirla de forma idealizada. Y es precisamente aquí donde veo yo cómo las redes actúan de agente corrector de nuestras conductas. La vida se idealiza de acuerdo con el modelo social imperante. Las fotos son siempre de gente guapa, sana y vestida guay. Sociedad del espectáculo, la salud y consumo respectivamente. Los tres pilares de nuestra sociedad. Al final, lo que estamos haciendo es llevar una vida que luego pueda idealizarse para encajar en la norma social. 

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Lo típico que se suele subir a Instagram.

   Y, como siempre, el capitalismo convierte eso en negocio. No contento con controlar nuestras conductas, Facebook nos pone a trabajar para ellos -nosotros metemos nuestros datos, que luego Mark Zuckerberg vende-. Además de hacer negocio, se ahorra el coste de personal. 

 Esto es llevar hasta un extremo de pesadilla la racionalización de la sociedad que Ritzer describió en La McDonalización de la sociedadSegún Ritzer, el concepto rige nuestra forma de trabajar, producir y consumir es la eficacia. En todos estos procesos se busca, ante todo, la eficacia. Pues no hay nada más eficaz desde un punto de control social y obtención de beneficios que moldear nuestras conductas mientras trabajamos gratis para una empresa. 

2 comentarios:

  1. Interesante entrada. Sobre estos temas hay un libro que aunque tiene unos años ya, sigue estando de plena actualidad "El estilo del mundo" de Vicente Verdú. Buen artículo. Un saludo.

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  2. Interesantísimo el tema, me apunto el libro de Ritzer y también el de Verdú.

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