Desde luego no es el mejor cómic que me he leído en mi vida. Pero tiene algo.
La sinopsis de la FNAC lo resume así:
A mediados de los 70, una epidemia que sólo afectaba a los adolescentes se cernió sobre los suburbios de Seattle. La llamaron "la plaga de los quinceañeros" y se manifestaba a través de síntomas de lo más impredecible. Para algunos no fue demasiado dramático: apenas unos bultos, tal vez un sarpullido. Otros, en cambio, se convirtieron en monstruos. Y no eran sólo síntomas pasajeros. Una vez contraías la infección, quedabas convertido en aquello para siempre.
Cuando empecé a leer la obra me dio la impresión de que era una suerte homenaje a las películas de terror de serie B de los años setenta y ochenta. Esas películas me parecen una porquería y siempre me ha parecido que los que se dicen fans de este tipo de cine lo hacen más por una postura estética que por otra cosa.
Por si no fuese suficiente, en Agujero Negro hay mucho sexo y drogas y alcohol, como si quisiese ser una obra provocadora y rompedora. Pero poner sexo y drogas tal vez fuese rompedor en los años sesenta, pero en el 2006 no es más que un cliché.
Por todo ello, Agujero Negro me estaba pareciendo un pastiche, pura actitud adolescente, estética vacía de contenido. Y, si seguí leyendo, fue para armarme de razones para criticarla. Sin embargo, a medida que iba leyendo, la historia me iba atrapando y quería saber qué les sucedía a los personajes y por qué. De esa primera etapa de desprecio total, pasé a leerla como un thriller. Sentía curiosidad y esa curiosidad estimulaba la lectura. Pero la obra no me dejó ahí. Seguí leyendo y la explicación dejó de tener interés para mí para centrarme en la vida de los personajes, en sus sentimientos y sus reacciones. Son gente a las que una desgracia ha expulsado más allá de las fronteras de la sociedad. La sociedad los rechaza y por eso su vida se convierte en un agujero negro. Y lo más inquietante es que cualquiera puede verse infectado por ese extraño virus. Cualquiera, por azar, puede verse expulsado a la marginalidad. Así, la enfermedad se desvela como una metáfora de nuestra sociedad. Y frente al rechazo y la marginación, lo único que les queda a los personajes es el amor, un amor desesperado. No hay futuro, solo un amor salvaje que es lo único que les hace aferrarse a la vida.
Así Agujero negro dejó de ser una chorrada que se limitaba a homenajear a las películas de serie B de los años ochenta, y se convirtió en una lírica reflexión acerca de los márgenes del sistema. Me gustó, sí, y por ahí he leído nunca el blanco y negro de una viñeta transmitió tanto color. Estoy de acuerdo.
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