A unos presos se les encarga la misión de descubrir quién fue el autor del Quijote de Avellaneda y, a partir de ahí, comienza una investigación/reconstrucción de lo que pudo haber sucedido y de las relaciones que establecieron Cervantes, Lope de Vega, Jerónimo de Pasamonte y sus obras.
El autor, en el subtítulo, nos avisa de que se trata de una novela ensayística y esto, a priori, podría echar atrás a cierto tipo de lector, más preocupado por el ocio, al pensar que se trata de un tostón de otra época. Pero no. Es cierto que es una novela ensayística. La idea que la mueve es descubrir quien pudo ser ese Avellaneda que acicateó a Cervantes. Pero esta novela es mucho más y creo que hay sobradas razones para leerla.
En primer lugar, me pareció muy interesante el tratamiento del tiempo. La novela transcurre en dos planos, el presente real de los personajes que se proponen descubrir quién fue Avellaneda, y el pasado reconstruido del siglo XVII español. Esto, en principio, no es nada original. Cualquier novela policiaca lo hace. Sin embargo, aquí esa dialéctica entre el presente real y el pasado recreado nos lleva a la reflexión acerca del modo en que se reconstruye la historia. La forma no es un mero alarde de técnica, sino que tiene sentido, hay comunión entre la forma y el contenido, o, lo que es lo mismo, aquí la forma es contenido.
Esta primera idea me lleva a la segunda razón por la que me gustó -y mucho-. Alfonso Martín nos avisa de que es una novela ensayística, pero, como dije hace un par de párrafos, es mucho más. Hacen falta cuatro siglos para entender a Cervantes es una novela híbrida, en la que se mezclan diversos géneros literarios. Hay novela ensayística, pero también hay mucho de novela policiaca. Los dos presos que tienen que descubrir quién pudo ser Avellaneda se comportan como dos sabuesos que reconstruyen un crimen a partir de las pruebas. En este sentido, me recuerda un poco a La hija del tiempo, aunque la novela de Tey no me vuelve loco y esta sí. Por su conocimiento del tema, Martín Jiménez podía haber escrito un ensayo académico. No dudo que el ensayo será interesantísimo, pero probablemente no sea de tan fácil lectura para el lector profano. Planteando la obra como una novela policiaca, la dota de una intriga que tiene al lector expectante y hace que te la leas casi de un tirón -yo tardé sólo dos días-.
Esta reconstrucción es llevada a cabo por dos personajes bajos -dos presidiarios y una doctora- y en varias ocasiones hay espacio para el humor, de modo que Hacen falta cuatro siglos para entender a Cervantes se acerca a la novela picaresca. Tal vez sea una casualidad, pero escribir una novela picaresca para desentrañar unos hechos que tuvieron lugar precisamente en el momento de eclosión de este género le da a la obra un aire de circularidad, como si fuese un constructo pensado y en el que todos los detalles encajan como el mecanismo de un reloj suizo.
Además, como fácilmente intuirá el lector de esta reseña, también es una novela histórica. Uno de los dos planos temporales en los que se desarrolla es el siglo XVII. Y este es otro de los que considero aciertos de la novela. En numerosas ocasiones he criticado en este blog la novela histórica y la pretensión de muchos lectores de aprender historia leyendo este género, cuando la mayoría de estas novelas nos cuentan una historia moderna, con personajes modernos, con la salvedad de que, en lugar de estar ambientada en nuestros días, lo está en el pasado. No es el caso de Hacen cuatro siglos para entender a Cervantes. El rigor histórico es absoluto. Como no podría ser de otra manera en un autor que, entre otras cosas, está especializado el análisis de las relaciones de imitación, intertextualidad e hipertextualidad entre las obras de autores españoles del Siglo de Oro, como Cervantes, Pasamonte, Avellaneda, Mateo Alemán, Mateo Luján de Sayavedra o Lope de Vega. Por una vez, y solo por una vez, se puede decir que leyendo se aprende historia. No es una historia moderna ambientada en el pasado. No es un pastiche. No. Lo que nos cuenta es lo que creo que más se puede aproximar a lo que fue la realidad.
En definitiva, y para dejar ya el tema del género, Hacen cuatro siglos para entender a Cervantes es un juego con todos los géneros. Bebe de aquí y de allá, coquetea con todo y no se casa con nada, lo que resulta muy moderno y atractivo para el lector actual.
También es muy moderna la técnica narrativa, que siempre acerca lo narrado al lector. Combina los diálogos al más puro estilo del ensayo renacentista con la técnica de cámara cinematográfica explícita. Esto resulta muy efectivo, porque le permite introducir digresiones y explicaciones y combinarlas con acciones muy visuales. Reflexión y dinamismo, tradición y modernidad a partes iguales que hace que la narración transcurra de forma equlibrada.
Y ya para terminar, me interesa muchísimo un tema que está presente en toda la obra: la imitación y la originalidad. Hoy en día tenemos la originalidad como un valor estético supremo y ni nos planteamos que algo pueda ser una obra de arte si no es original. Sin embargo, este patrón estético es, como toda estética, cultural. Y además bastente reciente. Hasta la revoución romántica de finales del siglo XVIII la originalidad no se consideraba entre las condiciones de la obra de arte. Sin embargo, con la nueva concepción del artista como genio que crea un mundo propio, la originalidad se convierte en algo indispensable . Pero no pensaban así los escritores del Siglo de Oro español, de ahí las innumerables imitaciones, la intertextualidad y la hipertextualidad en la que es experto Martín Jiménez y que tan bien refleja aquí.
En definitiva. Una novela que recomiedo. Y además es totalmente gratis. El autor la ha colgado y se puede descargar sin pagar en el siguiente enlace: aquí
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