jueves, 11 de julio de 2024

Lógica y física epicúrea

 

El epicureísmo incluye una suerte de lógica que incorpora una teoría del conocimiento. Esta concepción filosófica, representada en la canónica epicúrea, establece los criterios mediante los cuales accedemos a la verdad. Según Epicuro, no existen criterios metafísicos o apriorísticos que justifiquen el proceso de conocimiento. Epicuro coincide con la idea de Aristóteles en cuanto a la inexistencia de ideas innatas. Sostiene que nacemos con la mente vacía y que es adquirimos conocimiento a través de los sentidos1. Epicuro enfatiza de manera constante la primacía de los sentidos como elemento psicológico, genético y epistemológicamente indispensable en el camino hacia el conocimiento2.


Epicuro distingue tres criterios de verdad:

Las sensaciones (aistheseis) ocupan un lugar central, lo que otorga primacía a los sentidos como medio para alcanzar el conocimiento de la realidad3. Según Epicuro, las sensaciones son el testimonio inmediato de los sentidos, siempre verídicas y, por tanto, constituyen el primer criterio de verdad. Son irrefutables ya que ninguna otra sensación homogénea puede contradecirlas, ni tampoco una sensación heterogénea, ya que se referiría a otro objeto, ni tampoco la razón, ya que esta depende de la sensación y no al contrario4.

Para que estas impresiones constituyan una base adecuada para el conocimiento deben ser claras y estar libres de contradicciones, de lo contrario, nos conducirían al error.

Además, los objetos emiten imágenes compuestas por átomos diminutos que se desprenden de las cosas o se acumulan y penetran a través de los órganos de los sentidos o los poros del cuerpo5.

El segundo criterio de verdad en el epicureísmo son las afecciones de placer o dolor (pathé). Estas nos proporcionan la medida de lo que es considerado bueno o malo. Son las respuestas inmediatas del individuo ante las sensaciones, ya sean de placer o de dolor. En este sentido, sugieren qué acciones deben ser llevadas a cabo y cuáles deben ser evitadas: se deben realizar aquellas que proporcionen placer y evitar aquellas que causen dolor. Estas afecciones constituyen un criterio de verdad, ya que lo placentero es considerado verdadero y lo doloroso, falso; dado que lo primero es natural y lo segundo antinatural6.

El tercer criterio de verdad son las preconcepciones o prenociones (prolépsis). Son representaciones mentales de las cosas. Cuando las sensaciones se repiten numerosas veces, se graban en la memoria y forman así preconcepciones. Estas preconcepciones se forman a partir de una serie de características que memorizamos y fijamos en la mente del objeto en cuestión. Luego, cuando percibimos objetos semejantes, estas preconcepciones actúan como un "molde" que nos permite reconocer el objeto7. Por ejemplo, la visión repetida de perros a lo largo de la vida, da origen a las preconcepciones, las cuales establecen un criterio conceptual, como el concepto de perro, bajo el cual agrupamos a todos los perros que hemos visto hasta el momento. Este criterio conceptual puede servirnos para aceptar o rechazar impresiones dudosas en el futuro. Por ejemplo, si vislumbramos fugazmente un animal, podemos utilizar nuestra preconcepción de perro para complementar nuestra percepción incompleta y deducir que el animal que hemos visto era, probablemente, un perro.

Además, a través de las preconcepciones, también podemos generar ideas8. Pero es fundamental destacar que estas preconcepciones no son ideas innatas o preconcebidas, sino que las generamos a partir de nuestra experiencia, es decir, de nuestras percepciones. Ellas constituyen el fundamento de los juicios, de la actividad racional y del lenguaje9.

Las preconcepciones son, por tanto, la condición de posibilidad del conocimiento científico y del lenguaje. A partir de ellas creamos juicios y luego opiniones, las cuales pueden ser verdaderas o falsas (siendo las preconcepciones siempre verdaderas)10.

El error se produce cuando hay una asociación incorrecta entre la sensación y la preconcepción. Por este motivo, Epicuro mostraba una gran preocupación por el sentido original de las palabras11. Es fundamental /que las preconcepciones sean claras y estén confirmadas, es decir, que se refieran adecuadamente a la experiencia sensible y que utilicemos correctamente el lenguaje.

A estos tres criterios, los epicúreos añadieron un cuarto: las proyecciones imaginativas del entendimiento (phantastikaí epibolaí tês dianoías), por las cuales podemos concebir o inferir la existencia de elementos como los átomos, aunque éstos no sean captados por los sentidos12.

Aunque Epicuro dio prioridad a la ética en su reflexión filosófica y la consideraba como el eje central de su pensamiento, su obra más extensa fue un tratado titulado De la naturaleza, al igual que el posterior escrito de Lucrecio. Este tratado constaba de treinta y siete volúmenes, aunque hoy en día solo se conservan algunos fragmentos. Estos fragmentos nos permiten vislumbrar la relevancia que Epicuro también otorgaba a la física en su filosofía13. Pero, sea como sea, De rerum natura de Lucrecio sigue siendo, no solo por su extensión y por conservarla íntegra, la mejor obra para conocer la física epicúrea.

Se trata de una física materialista que tiene al átomo como su elemento central. Epicuro retoma el atomismo de Demócrito, pero realiza modificaciones con el fin de responder a las críticas recibidas y de adecuarlo a su sistema ético14.

Epicuro establece cuatro principios fundamentales en su filosofía:

a) Nada surge del no ser y viceversa: Según Epicuro, nada puede surgir de la inexistencia, ya que implicaría la generación de cualquier cosa a partir de cualquier otra sin un origen. Asimismo, nada se destruye completamente en la no existencia, ya que de ser así, nada existiría al no haber un lugar donde disuelvan las cosas que cesan de ser15. En consecuencia, la realidad es siempre la misma: Epicuro sostiene que la realidad permanece constante, ya que el número total de átomos es inmutable, lo que implica que todo siempre es como ha sido, sin cambios en su esencia.

Dice Epicuro en su Carta a Heródoto:

Así que, en primer lugar, nada nace de la nada. Pues en tal caso cualquier cosa podría nacer de cualquiera, sin necesidad de ninguna simiente. Y si lo que desaparece se destruyera en la nada, todas las cosas habrían perecido, al no existir aquello en lo que se disolvían.16


El todo está formado por cuerpos y vacío. El vacío que es el espacio en el cual se mueven esos átomos17. Dice Lucrecio:

Por lo demás, el todo consiste en átomos y vacío. Pues la existencia de cuerpos la atestigua la sensación en cualquier caso, y de acuerdo con ella le es necesario al entendimiento conjeturar lo imperceptible, como ya antes he dicho. Si no existiera lo que llamamos vacío, espacio y naturaleza impalpable, los cuerpos no tendrían dónde estar ni dónde moverse, cuando aparecen en movimiento. Más allá de esto nada puede pensarse, ni por medio de la percepción ni por analogía con lo percibido, en el sentido de que posea una naturaleza completa, que no sea predicado de esto como propiedades o accidentes de las cosas.18

La sensación prueba la existencia de cuerpos y el hecho de que exista movimiento prueba la del vacío19.

Siguiendo ahora con la trama de mi discurso, la Naturaleza entera, en cuanto existe por sí misma, consiste en dos sustancias: los cuerpos y el vacío en que éstos están situados y se mueven de un lado a otro. Que el cuerpo existe de por sí, lo declara el testimonio de los sentidos, a todos común; si la fe en ellos no vale como primer criterio inatacable, en los puntos nos faltará un principio al que pueda apelar la razón para alcanzar la certeza. Por otra parte, si no existiera el lugar y el espacio que llamamos vacío, los cuerpos no podrían asentarse en ningún sitio, ni moverse en direcciones distintas; es lo que poco antes he demostrado. Aparte de estas dos, no hay otra sustancia a la que puedas llamar totalmente inmaterial y a la par distinta del vacío, que sea como un tercer modo de existir


El Todo es infinito porque, si tuviese límites, existiría el Todo y lo que lo limita, lo cual resulta contradictorio20.

Además, el todo es infinito. Pues todo lo limitado tiene un límite. Y este límite se percibe al lado de lo otro. De modo que (ya que al margen del todo no se percibe nada), no teniendo límite, no tiene final, y no teniendo final, ha de ser infinito y no limitado. Y es infinito, desde luego, por la multitud de los cuerpos y por la magnitud del espacio. Pues si el espacio fuera infinito y los cuerpos limitados, en ningún sitio permanecerían los cuerpos, sino que serían arrastrados por el vacío infinito dispersos, sin encontrar algo que los sostuviera y los relanzara mediante los impulsos de choque. Y si el vacío fuera limitado, no tendrían dónde estar los cuerpos infinitos21.

Los cuerpos están formados por combinaciones de átomos que se generan y se corrompen22. Los átomos, considerados partículas indivisibles, eternas e indestructibles, son la base de la materia. A través de la observación de la realidad, Epicuro concluye que los átomos forman los cuerpos físicos que percibimos, sin surgir de la nada ni desaparecer en la nada. Aunque los átomos se combinan temporalmente para crear cuerpos compuestos que nacen y mueren, en sí mismos son eternos e indestructibles. Esta visión atomista explica fenómenos como el crecimiento y la descomposición de los seres vivos, donde los átomos simplemente se reorganizan en nuevas formas sin ser creados ni destruidos23.


1 Cfr. Cardona, J. A. Estoicos, epicúreos, cínicos y escépticos, Riba Roja de Turia, Batiscafo, 2015, p. 92.

2 Cfr. Lledó, E. El epicureismo. Una sabiduría del cuerpo, del gozo y de la amistad, Barcelona, Montesinos, p. 89.

3 Cfr. Cardona, J. A. Op. Cit., p. 96.

4 Cfr. Mas Torres, Salvador, Historia de la filosofía antigua. Grecia y el helenismo. Madrid, Cuadernos de la UNED. UNED editorial, 2003, p. 194.

5 Cfr. Mas Torres, Salvador, Op. Cit. p. 194.

6 Cfr. Mas Torres, Salvador, Op. Cit., p. 194.

7 Cfr. Mas Torres, Salvador, Op. Cit., p. 195.

8 Cfr. Martínez Fernández, I. El epicureísmo, en https://canal.uned.es/video/5de6610c5578f23814257e30

9 Cfr. J. A. Cardona, Op. Cit., pp. 96-97.

10 Cfr. Mas Torres, Salvador, Op. Cit., p. 195.

11 Cfr. Mas Torres, Salvador, Op. Cit., p. 195.

12 Cfr. Mas Torres, Salvador, Op. Cit., p. 196.

13 Cfr. Cardona, J. A. Op. Cit., p. 82.

14 Cfr. Mas Torres, S., Op. Cit., p. 196.

15 Mas Torres, S. Op. Cit., p. 196.

16 Epicuro, Carta a Heródoto, 38-39, en Filosofía helenística: selección de textos, Mas Torres, S. (comp.), 2009, en http://e-spacio.uned.es/fez/view/bibliuned:25095 , p. 46.

17 Epicuro, Op. Cit., p. 46.

18 Lucrecio, en Mas Torres, S., Op. Cit., p. 47.

19 Cfr. Mas Torres, S., Op. Cit., p. 197.

20 Cfr. Cardona, J. A. Op. Cit., p. 83.

21 Epicuro, en Mas Torres, S., Op. Cit., p. 47.

22 Cfr. Martínez Fernández, I. Op. Cit.; Mas Torres, S., Op. Cit., p. 197.

23 Cfr. Cardona, J. A. Op. Cit., p. 82.

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