jueves, 11 de julio de 2024

La ataraxia escéptica.

 

A la epochê o suspensión del juicio la sigue la ataraxia. La ataraxia escéptica es un estado mental en el que nada nos puede perturbar. Si no negamos ni afirmamos, llegamos a un estado de reposo mental1. Los escépticos buscan alcanzar la ataraxia al suspender el juicio sobre todas las afirmaciones y opiniones, evitando así caer en la certeza dogmática o en la angustia generada por la búsqueda constante de la verdad absoluta2. Al no aferrarse a ninguna creencia como verdadera o falsa, se busca liberar la mente de conflictos, dudas y preocupaciones que puedan surgir de la búsqueda incesante de certezas3. En este sentido, la ataraxia escéptica se relaciona con la idea de encontrar la paz interior a través de la aceptación de la incertidumbre y la limitación del conocimiento humano. Al mantener una postura de suspensión del juicio y duda constante, los escépticos aspiran a alcanzar un estado de equilibrio emocional y mental que les permita vivir en armonía con la complejidad y la ambigüedad del mundo4.

Timón sostiene que para alcanzar la felicidad, es necesario observar tres aspectos fundamentales: en primer lugar, comprender la naturaleza intrínseca de las cosas; en segundo lugar, determinar nuestra actitud hacia ellas; y finalmente, entender qué se revelará al interactuar de esa manera. Según Timón, Pirrón enseña que las cosas son inherentemente indiferenciadas, inestables y sin distinciones claras, lo que lleva a la conclusión de que nuestras sensaciones y opiniones carecen de veracidad o falsedad. Por lo tanto, en lugar de confiar ciegamente en ellas, se debe mantener una postura de neutralidad, sin opiniones preconcebidas, sin preferencias, sin perturbaciones, adoptando la actitud de "no es más que no es" o "es y no es". Timón afirma que aquellos que logren alcanzar esta disposición experimentarán en primer lugar la epochê (la incapacidad de emitir juicios sobre algo) y, posteriormente, alcanzarán la imperturbabilidad, un estado de tranquilidad y equilibrio mental5. Los escépticos abogaban por la indiferencia hacia las cosas externas, es decir, no dejarse afectar por los eventos o circunstancias externas que escapan a nuestro control. Al mantener una actitud de indiferencia hacia lo que está más allá de nuestro poder, buscaban alcanzar una mayor tranquilidad y serenidad interior6.

La epochê no se percibe como un mandato o una imposición, sino más bien como un estado que surge de forma natural al reconocer la imposibilidad de emitir juicios definitivos sobre las cosas7.

En la ética escética, además de la suspensión del juicio, el equilibrio y la moderación son fundamentales para alcanzar la ataraxia. La ética escéptica se caracteriza por promover la moderación en todos los aspectos de la vida, incluyendo las emociones, los deseos y las creencias. Los escépticos abogaban por evitar los extremos y buscar un equilibrio en todas las cosas. Esta moderación se basaba en la idea de que aferrarse a opiniones rígidas o extremas podía conducir a conflictos internos y perturbaciones emocionales. Al buscar la moderación, los escépticos aspiraban a mantener una actitud de apertura y flexibilidad mental, evitando caer en posturas dogmáticas o fanáticas. Al no aferrarse a creencias absolutas, se buscaba evitar los juicios precipitados y las reacciones emocionales excesivas que pueden surgir de la rigidez mental8.


1 Cfr. Mas Torres, S., Op, Cit., p. 238.

2 Pero los escépticos, que no afirman ni niegan nada precipitadamente, sino que todo lo someten a la crítica, enseñan que aquellos que suponen que hay un bien y un mal por naturaleza tienen una vida feliz infeliz, mientras que aquellos que se abstienen y suspenden el juicio viven libres de cuidados [Od. iv, 565]. Y esto podemos aprenderlo sin retrocedemos un poco. Toda infelicidad surge debido a alguna perturbación. Ahora bien, toda perturbación acompaña a los hombres o bien porque persiguen vivamente algo o bien porque lo evitan vivamente. Todos los hombres desean vivamente lo que consideran bueno y evitan lo que suponen que es malo.

Sexto Empírico, en Mas Torres, S., Op, Cit., p. 176.

3 Los escépticos afirman que el fin moral es la suspensión de juicio, a la que sigue a modo de sombra la imperturbabilidad, según dicen los discípulos de Timón y Enesidemo. Pues ni siquiera en lo que depende de nosotros escogemos esto o vamos a evitar aquello. Y todo lo que no depende de nosotros, sino de la necesidad, no podemos evitarlo, como el pasar hambre y sed y sentir dolor. Al decir los dogmáticos que el escéptico podrá vivir a condición de no evitar, si recibiera tal orden, el descuartizar a su padre, replican los escépticos que podrá vivir con tal de abstenerse de las investigaciones de los dogmáticos, pero no en las cuestiones que se refieren a la vida y su conservación. De modo que elegimos o evitamos algo según la práctica habitual, y nos atenemos a las leyes. Algunos dicen que el fin que proclaman los escépticos es la impasibilidad, y otros que la afabilidad.

Diógenes Laercio, en Mas Torres, S., pp. 18-19.


4 Cfr. Mas Torres, S. Op. Cit. p. 238.

5 Cfr. Chiesara, M. L. Op. Cit. p. 21.

6 Pues bien, desde ahora decimos que el fin del escepticismo es la serenidad de espíritu en las cosas que dependen de la opinión de uno y el control del sufrimiento en las que se padecen por necesidad. En efecto, cuando el escéptico, para adquirir la serenidad de espíritu, comenzó a filosofar sobre lo de enjuiciar las representaciones mentales y lo de captar cuáles son verdaderas y cuáles falsas, se vio envuelto en la oposición de conocimientos de igual validez y, no pudiendo resolverla, suspendió sus juicios y, al suspender sus juicios, le llegó como por azar la serenidad de espíritu en las cosas que dependen de la opinión. Pues quien opina que algo es por naturaleza bueno o malo se turba por todo, y cuando le falta lo que parece que es bueno cree estar atormentado por cosas malas por naturaleza y corre tras lo –según él piensa- bueno y, habiéndolo conseguido, cae en más preocupaciones al estar excitado fuera de toda razón y sin medida y, temiendo el cambio, hace cualquier cosa para no perder lo que a él le parece bueno. Por el contrario, el que no se define sobre lo bueno o malo por naturaleza no evita ni persigue nada con exasperación, por lo cual mantiene la serenidad de espíritu.

Sexto Empírico, en Mas Torres, S., Op. Cit., p. 17.

7 Cfr. Chiesara, M. L. Op. Cit. p. 32.

8 Cfr. Chiesara, M. L. Op. Cit. p. 23 y 104.

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