domingo, 3 de noviembre de 2019

Richard Sennett - Juntos; Rituales Placeres Y Politicas De Cooperacion




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   En Juntos Sennett estudia la colaboración entre las personas.

   La colaboración es lo que nos ha hecho humanos, lo que nos ha permitido dar el salto evolutivo. Pero la colaboración no tiene por qué ser siempre positiva. Se ha colaborado, por ejemplo, para exterminar a otros seres humanos -el nazismo-.

   El tribalismo es una forma de cooperación que hace que un grupo se sienta igual entre ellos y que sienta como enemigo a los diferentes.

 Senett analiza dos tipos de sentimientos que ya encontramos en los niños: la empatía y la simpatía.

   La simpatía es el sentimiento que nos hace sentirnos como el otro, que el otro es nuestro igual.

  Por el contrario, la empatía nos hace ponernos en el lugar del otro. Sabemos que el otro es distinto, pero somos capaces de ponernos en su lugar y sentir y pensar cómo lo haría él .

  Estos dos sentimientos son la base de la colaboración humana.

 Senett identifica estos dos sentimientos con las dos posiciones históricas de la izquierda: la izquierda política y la izquierda social. 

  La izquierda política se base en la jerarquía. El poder se da de arriba a abajo y se corresponde con la simpatía. Quiere que todos los seres humanos sean o se sientan iguales y que, por tanto, cooperen. 

  La izquierda social parte de la base y se basa en la empatía. Son los movimientos de base que reconocen la diferencia de sus miembros, pero que, dado que tienen un objetivo común, son capaces de cooperar para alcanzarlo.
   Dice Sennett:
 En este capírulo he tratado de trazar un contraste entre la cooperación política en sí misma y lo que podría llamarse la política de la cooperación.
La cooperación política es una necesidad en el juego del poder cuando un partido es demasiado débil para dominar o incluso para subsistir por sí mismo. La cooperación política re­ quiere perfecta sintonía humana, lo que se consigue mediante los rituales de respeto; la pura comunidad de intereses no basta para hacerla prosperar. Pero a la cooperación política en la cú­ pula se le plantean serios problemas con la base, con la masa, con la gente que tiene por debajo; a ésta, muchas veces, los compromisos que se adoptan en la cúpula le parecen traiciones; la negociación puede disolver la identidad de un grupo políti­ co. Cuando las organizaciones se hacen más grandes y más fuertes, la burocracia levanta barreras entre la dirección y la base; los rituales que unen a los líderes en las trastiendas del po­ der no son rransparet1tes para los de fuera. Todos estos factores pueden llevar al resentimiento, ese sentimiento de traición en el cual los miembros de la élite están más dispuesros a cooperar entre sí que con quienes tienen debajo.

En las organizaciones que no son políticas, la política de cooperación puede enfrenrarse en parte a las mismas tensiones entre la cúspide y la base, pero si su finalidad es el contacto so­ cial directo, el peligro es menor. Estas organizaciones, en cam­ bio, rienen que ocuparse de cómo deberían ser las relaciones cara a cara.

 ¿Cómo encontrar el equilibrio entre cooperación y competencia?

  Hay cuatro formas: 

  - el intercambio altruista, que implica el autosacrificio,

  - el intercambio en el que todos salen beneficiados, 

  - intercambio diferenciador, en el cual los actores advierten sus diferencias;

  - el intercambio de suma cero, donde una parte se beneficia a expensas de otra (uno se beneficia y otro pierde) 

  - el intercambio ganador, en el que uno se lo lleva todo. Una parte barre a la otra.  

   El equilibrio entre cooperación y competencia está en las posiciones centrales.

   El ritual es el medio para buscar este equilibrio.

 El ritual es un proceso social por el que le damos significado a una acción o a un objeto.

   ... fuerzas que debilitan la cooperación: la desigualdad estructural y las nuevas formas del trabajo. Estas fuerzas sociales producen efectos psicológicos. En la sociedad moderna hace su aparición un nuevo tipo de carácter, la persona que no puede gestionar las existentes y complejas formas del compromiso social y se aísla. Este sujeto pierde el deseo de cooperar con los demás, se convierte en un «yo no cooperativo».

  El capitalismo, con su mantra de la competitividad y el consumo, está acabando con la cooperación humana. Sennett habla de la comparación odiosa, en el sentido de que continuamente nos estamos comparando unos con otros y esto nos hace sentirnos inferiores y resentidos. 

   Para eso desarrolló la idea que la moderna ciencia social llama «ansiedad de estarus», El individuo de Tocqueville sufre ansiedad de estatus siempre y cuando se sienta incómodo porque los demás, como consumidores, no comparten sus gustos en la vida familiar o en el comportamiento público. Al ser diferentes, parecen darse aires de superioridad o, en cierto modo -que uno no acierta a explicar-, a mirar con desdén al otro. El individuo percibe un insulto: «diferente» termina por traducirse como mejor o peor, superior o inferior; es decir, se convierte en materia de comparación odiosa.

  En la sociedad actual se está sustituyendo la cooperación por el consumo de bienes materiales: 

El publicista David Ogilvie llamó a esto publicidad «de estatus», cuyo reto consiste en proporcionar a los consumidores una «sensación de reconocimien­to y de valor» mediante la compra de bienes de producción ma­siva. «Soy mejor que tú» es un tipo evidente de comparación (...) la amenaza más común del consumo en la vida social infan­til se da cuando los sujetos llegan a depender más del consumo de cosas que del apoyo de otras personas. Si eso llega a ocurrir, podrían perder la capacidad de cooperar. Los sitios de redes so­ciales en internet son un ejemplo de que esto sucede realmente.

   Al romperse los lazos de cohesión social, el hombre se vuelve hacia sí mismo. Nos volvemos individualistas. 

   La comparación odiosa nos lleva a la competencia consigo mismo, que es una forma de estar permanentemente insatisfecho:

   el tema del retraimiento de los placeres sociales aparece no ya como una huida del pecado terrenal sino como una intensificación de la ansiedad acerca del valor propio. Los individuos son autoexigentes porque compiten consigo mismos. Tal como uno es, no vale lo suficiente; hay que luchar constantemente para demostrar el valor propio ante uno mismo mediante el éxito, pero ningún logro es nunca vivido como prueba lo bastante sólida. La comparación odiosa se vuelve contra uno mismo. Lejos de hacer lo razonable y de sentirse después aliviado, uno está siempre deseando algo con la esperanza de que en algún momento, de alguna manera, se sentirá satisfecho, pero ese momento nunca llega.

   Paralelamente, en el capitalismo de consumo nada es estable, todo cambia continuamente. Las personas no podemos establecer lazos permanentes porque tenemos que movernos, cambiar continuamente. Esto provoca retraimiento. 

    La lógica del consumo lleva a la competencia consigo mismo. El capitalismo de consumo nos despierta necesidades ficticias prometiéndonos felicidad. Sin embargo, no nos proporciona más que un efímero momento de felicidad. Por eso se vuelve a despertar en nosotros mismos el deseo por otro objeto de consumo que consumiremos y nos dejará insatisfechos. De este modo se despierta la competencia consigo mismo. No somos capaces de detenernos y disfrutar de nuestras vidas. Estamos permanentemente insatisfechos, buscando algo. 

   las pasiones del consumidor adulto se centran en la anticipación, en lo que un producto promete; la adquisición y el uso posterior son un placer de corta vida; el adulto se cansa del objeto y comienza otra vez a buscar algo nuevo, que hasta ese momento no ha poseído y que prometa verdadera plenitud. Lo que esta clase de búsqueda no alcanza son las razones del ascetismo basado en la competencia consigo mismo.


   La vida en perpetuo cambio, sin asideros, provoca angustia existencial en las personas. Estas se refugian en el narcisismo como mecanismo para aliviarla. El narcisismo nos da falsa sensación de seguridad y control al tiempo que nos distancia de las personas. La autocomplacencia es la forma del narcisismo. Todo está bien tal y como está porque lo hago yo. No hay evolución. La experiencia confirma el modelo. La autocomplacencia da por supuesto a los que se parecen e ignora a los diferentes. Esto, lógicamente, atrofia la cooperación.

   Resumiendo: narcisismo (vanidad) + autocomplacencia (indiferencia) para combatir la ansiedad de una sociedad sin nada estable. 

   
   Pienso que es a este tercer elemento a lo que se refiere en parte Weber cuando describe al «obsesionado por el trabajo» corno un hombre que «no se siente a gusto en el mundo», porque su vida cotidiana le parece privada de placer y llena de amenazas. El trabajo duro e incesante parecerá entonces un arma para alejar los peligros que representan los otros; el sujeto se retira sobre sí mismo. La ética del trabajo disminuye el deseo de cooperar con los demás, especialmente con aquellos a quienes no se conoce y que parecen, avant la lettre, presencias hostiles dispuestas a hacemos daño.

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