En “El urbanismo como modo de vida”
Louis Wirth señala la heterogeneidad como una de las características
definitorias de la moderna vida urbana. En las ciudades vive gente
muy diversa. Esta diversidad permite que esas personas diferentes se
busquen entre ellas en función de sus gustos e intereses y creen sus
propias subculturas. En palabras de Wirth “(la ciudad) ha unido a
gentes de los confines de la tierra por ser diferentes”. Así
surgen la comunidad gay, las tribus urbanas o la asociación de los
amigos del queso. Y también los Clubes manga.
Son
las 8:30 a.m. Llueve y hace frío. Los miembros del Club manga están
en el zaguán. Al profesor le llama la atención que entre ellos no
esté ninguna de las chicas.
-¿Y
las chicas? -pregunta.
-Están
cosplayeando en
el baño. -dice alguien.
-Ah,
cosplayeando. -repite él como si supiera de qué están hablando.
Se
acerca al baño de mujeres y llama discretamente a la puerta, no vaya
a ser que estén
haciendo alguna gamberrada. Le abren. Dentro están
S, A y L caracterizándose como personajes de cómic, porque
cosplayear, como explicará L horas después, resulta que es un
neologismo/extranjerismo espantoso formado por la fusión de dos
palabras inglesas, costume -disfraz- y play -juego-, más un sufijo
que españoliza la palabra y la convierte en verbo. El manga, con
cuatro tebeos, ha conseguido lo que el ministro Werth no pudo a golpe
de ley orgánica: ha hecho alumnos bilingües y, de paso, los ha
españolizado. Pero esto es una reflexión de profe de lengua y aquí
lo que importa es lo que hicieron los miembros del Club manga, así
que volvamos a ellos.
![]() |
Cosplayer |
A
las nueve y veinte cogen el microbús. El conductor es un señor muy
simpático que tiene un hijo guardia civil en Valencia. Los deja en
la farola grande de Vigo, al final de la calle Príncipe. Van andando
hasta Norma Cómic. Por la calle la gente los mira, lo que es
bastante normal porque más de la mitad van disfrazados de personajes
manga y anime. En la tienda les espera la dueña, otra señora muy
simpática con el pelo corto y gafas de pasta. Se saludan y los
miembros del Club manga entran en tromba. Cogen los tebeos de las
estanterías, ríen, gritan, dicen palabras en japonés y hacen
comentarios que no se entienden. El profesor ha calculado una hora
para comprar para la biblioteca del instituto, pero en menos de diez
minutos el mostrador está cubierto por dos montañas de tebeos.
-Ya
te lo había dicho yo. -le dice la dueña de la tienda- Ellos saben
perfectamente a lo que vienen.
Para
los aficionados al manga Norma Cómic es una suerte de paraíso lleno
de huríes. No solo hay millones de tebeos, sino que también hay
pósters, disfraces, caretas, tazas con estampados, juegos de rol y
todo tipo de juguetes.
-No
son juguetes. -le explica M al profesor- Son figuras.
-¿No
puedes jugar con ellas? -pregunta él.
-No.
-¿Y
entonces para qué las quieres?
-Para
tenerlas en las estanterías y mirarlas.
-Ah,
si es para eso...
Mientras
los demás fisgan por la tienda, L aprovecha para ultimar la
caracterización de A, porque se ve que no tuvo tiempo en la hora que
pasaron en el baño. Le pinta el ojo como si lo hubiesen golpeado
salvajemente y dibuja unas venitas negras saliendo del lagrimal. El
profesor hace fotos, la dueña de la tienda también quiere hacerse
una -como compensación les regalará unos abanicos- y finalmente se
van.
El
conductor simpático del hijo guardia civil les está esperando en la
farola grande. Se suben al microbús y los lleva al otro Instituto de
Enseñanza Secundaria. Allí, en el zaguán, se reúnen los Clubs
manga de los tres institutos. Al principio los chicos se muestran un
poco reticentes. Hay tres grupos separados que se miran, hacen
comentarios entre ellos, pero no se mezclan. Aparece J, el profesor
encargado del Club manga que hoy es el anfitrión. J y el profesor
son amigos. Se saludan y entran en el salón de actos. Los del Club
manga del tercer instituto también andan por ahí.
El
salón de actos es un poco de otra época. Tiene un escenario muy
alto, como si allí se diesen conciertos, sillas que se parecen a las
del cine y unas cortinas de terciopelo morado llenas de polvo. J se
sube al escenario para dar una breve charla. Dice que esto de los
Clubes manga requiere de la participación activa de los alumnos y
bla... bla... bla... Hace cuatro chistes, se ríen y, en general,
piensan que es un tipo simpático. Luego le toca hablar a un
dibujante profesional de cómic que va a ayudarles a hacer una
revista. Les explica un poco cómo va la cosa y les informa de que en
Abril va a haber una convención por los alrededores y que, además
de presentar oficialmente la revista allí, la sección manga de la
convención es para ellos. Algunos le hacen preguntas y al final
parece que todo queda claro.
Entonces
es el momento de L. Se sube al escenario y todos aplauden. Incluso
hay quien grita “guapa” y la pobre L se muere de vergüenza.
Lleva una peluca violeta desvaído, lentillas azules, unas pestañas
enormes y mucho polvo blanco en la cara. También se ha puesto una
chaqueta de lana granate y un vestido que le dan un aire de
colegiala. El resultado es sobresaliente, porque parece una muñequita
manga. Sube al escenario. Con un enorme powerpoint proyectado a sus
espaldas se la ve bastante pequeña, pero no importa porque, a medida
que va hablando, se va creciendo. Ni siquiera el burro del profesor
que no sabe pasar las páginas del powerpoint consigue estropear la
charla sobre cosplay. Una profesora mira al profesor y le hace un
gesto discreto con la mano como diciendo “caramba con la niña”.
Por su parte, su amigo J se le acerca y le hace un comentario al
oído.
-Tu
cosplayer es una crack.
El
profesor asiente muy orgulloso. Los otros tendrán un instituto muy
molón en Vigo, pero
ellos tienen a la Messi del manga.
![]() |
Cosplayer |
L
termina y hay una ovación general. Luego le toca a los del tercer
instituto. Hablan del Studio Ghibli, un estudio japonés de animación
que ha producido películas como El
viaje de Chihiro. Luego J
sortea una taza y un tebeo. Una chica de gafas gana la taza y el
libro un chaval que se llama A y que va cospleado del mismo personaje
que A, la del ojo machacado. Hay más aplausos y terminan los actos
en el escenario.
Entre
todos sacan unas mesas que ponen en medio del salón y sirven un
bizcocho y un poco de sushi. La comida sirve como lubricante social.
Todos se mezclan y empiezan a hablar entre ellos. El profesor da
vueltas por ahí sacando fotos a los cosplayeados. Lógicamente, los
primeros son A y A. Ambos llevan traje negro, una peluca gris con un
flequillo que les tapa un ojo morado y una máscara de gas que parece
un hocico. Pero no son los únicos que llevan el mismo cosplay. I ha
encontrado una chica de segundo de bachillerato que va de Pikachu
como él. Aprovecha la foto para pasarle un brazo por encima de los
hombros. Finalmente se sacan un selfie colectivo y se van.
Camino
de vuelta, mientras habla del tiempo con el conductor simpático del
autobús, el profesor escucha la conversación de los miembros del
Club manga. Hablan de tebeos, de gente muy importante que se ha
cosplayeado muy bien y que, al parecer, todos conocen y admiran.
Tienen sus propios códigos y el profesor no entiende de qué hablan
porque todo está vacío de significado para él. Sin embargo, los
admira y los envidia. Llegan, se despiden y cada uno se va a su casa.
![]() |
Cosplayer |
*
Pierre
Bourdieu en La distinción
explica que el gusto canónico, lo que se entiende por alta cultura,
es el gusto de las clases altas que se impone al resto de la
sociedad. En función de las inclinaciones e intereses de los
poderosos se decide qué es bueno y digno de ser admirado y qué es
subcultura pulp, cultura de masas o chorradas de adolescentes. Es una
de las formas de la violencia simbólica. Y así, en los institutos
estudiamos a Cervantes y Lope de Vega y no Naruto
Shippuden. Pero el arte
está para ser disfrutado y, según Bourdieu, la única razón por la
que Quevedo es mejor que Soul
Eater es porque es un
discurso de poder. A Tolstoi, uno de los escritores canónicos, no le
gustaba Shakespeare, el más canónico de todos. Y con esto no quiero
decir que Shakespeare sea una porquería, sino que los miembros del
Club manga me han dado una lección de contracultura. Esta misma
noche me veo los primeros capítulos de Death
Note.
No hay comentarios:
Publicar un comentario